San Juan de la Cruz, gran director y maestro espiritual, dice en el prólogo de Subida y Noche, que muchas personas no llegan a la plenitud de su desarrollo humano y espiritual por falta de un adecuado discernimiento o por no encontrar un director capaz de guiarlas en el camino de su vida. Y da una serie de directrices para no errar el camino, que tienen un alcance comunitario y eclesial.
La intención misionera de este mes de julio sintoniza con este planteamiento, destacando la importancia del discernimiento; y nos ofrece una serie de criterios evangélicos y eclesiales. Todo discernimiento arranca del Evangelio, de la palabra de Dios escuchada y orada, y se proyecta comunitaria y eclesialmente.
Así aparece en el magisterio del Papa Francisco y del Papa León XIV, aunque con acentos o estilos diferentes: el primero, basado en la espiritualidad jesuita; el segundo, arraigado en la espiritualidad agustiniana.
EL DISCERNIMIENTO ECLESIAL DEL PAPA FRANCISCO
Cabe destacar una serie de catequesis del Papa Francisco sobre el discernimiento, que tuvieron lugar entre 2022 y 2023. «El discernimiento es un arte necesario para vivir según la voluntad de Dios, que nos invita a tomar decisiones libres y maduras» (31-agosto-2022). En sus catequesis actualiza la importancia de la familiaridad con el Señor, el autoconocimiento, el deseo profundo que mueve nuestras decisiones y la necesidad de examinar el libro de la propia vida, poniendo como ejemplo a San Ignacio de Loyola.
Así se explica el sentido de la intención misionera de este mes sobre la necesidad de formar a las personas en el discernimiento personal y comunitario y evitar caer en la «cultura de la muerte». Insiste también en la necesidad que la Iglesia tiene de crecer en el discernimiento espiritual e invita a discernir las situaciones personales y comunitarias, a ponerse a la escucha del Señor.
«El discernimiento espiritual es la brújula que nos permite reconocer la acción del Espíritu Santo en nuestra vida, en nuestras comunidades y en el mundo. Hoy como ayer Dios continúa actuando y acompañando a su Iglesia. La formación al discernimiento es urgente pues nos ayuda a escuchar, a reconocer y ser dóciles al Espíritu del Señor en los grandes desafíos del mundo y de la misión de la Iglesia».
EL DISCERNIMIENTO ECLESIAL DEL PAPA LEÓN XIV
El pontificado de León XIV irrumpe en la historia como un auténtico Kairós, un tiempo propicio en el que la Iglesia está llamada a ejercer un discernimiento lúcido y una acción profética, basada en la escucha y en la comunión. «Soy un hijo de San Agustín… ‘Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo’», dijo en su primer mensaje al mundo (mayo 9, 2025).
Estas palabras no fueron un gesto retórico: resumen toda una identidad espiritual y eclesial. Su lema episcopal —»In illo uno unum»— revela la visión agustiniana que lo ha formado desde su ingreso a la Orden en 1977. Esta espiritualidad no solo le dio su vocación sacerdotal y misionera, sino que ahora perfila su pontificado: un servicio radical a la unidad en la diversidad, en una Iglesia herida por diversas polarizaciones.
La raíz de su lema es el Cristo de San Agustín: solo en Cristo —la Verdad, el Amor, la Comunión plena— pueden unificarse los corazones divididos. Esta comunión no nace de una uniformidad, sino de una profunda interioridad compartida. León XIV encarna este espíritu, como afirmó en su primera homilía con los cardenales electores. Esta confesión es la que debe sostener hoy a la Iglesia frente a un mundo que desprecia la fe o la reduce a mera simpatía moral.
La elección de un agustino como sucesor de Pedro en un momento de tensiones internas no es casual. León XIV —Robert Prevost— ha demostrado durante décadas una capacidad poco común para el discernimiento y la mediación en su diócesis misionera de Perú, liderando procesos de reconciliación y de reforma. Ya en el Vaticano, como prefecto del Dicasterio para los Obispos, ha sido una figura clave en la promoción de una Iglesia sinodal, donde los nombramientos reflejan sensibilidad pastoral y equilibrio entre corrientes doctrinales.
Este perfil resulta especialmente necesario en un contexto eclesial donde, como él mismo advirtió, la fe es despreciada por algunos y reducida por otros a un simple humanismo moral. Para él, el reto del Papa no es inclinarse ante uno u otro sector ideológico, sino «desaparecer para que permanezca Cristo».
El carisma agustiniano se concreta en tres pilares: la interioridad, la comunidad y la caridad. Estos ejes configuran una visión pastoral profundamente humana: buscar a Dios en el corazón, vivir la fraternidad auténtica y servir a los más necesitados.
El Papa León XIV, desde sus primeras palabras, mostró esta actitud: «Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz. Sin miedo, unidos, mano a mano con Dios y entre nosotros, andemos adelante».
El perfil de León XIV como un Papa de escucha y mediación no es teórico: su biografía lo respalda. Desde su formación en Derecho Canónico hasta su experiencia misionera en Latinoamérica, pasando por su liderazgo como obispo de Chiclayo y como prefecto en Roma, se ha mostrado como un puente entre culturas, sensibilidades y realidades. Según sus colaboradores, «es un hombre que escucha más de lo que habla, que construye sin polarizar, y que cree que la verdad se revela en el amor vivido en comunidad».
En conclusión, León XIV no llega con recetas, sino con una herencia espiritual que ha probado su eficacia en contextos complejos en su propia diócesis —Chiclayo— como un pastor cercano. En Roma, ha sido el artífice de nombramientos que han equilibrado tradición y renovación. Su desafío ahora es mucho mayor: ayudar a que el Colegio Cardenalicio y toda la Iglesia vivan «una sola alma y un solo corazón hacia Dios», en medio de un mundo que exige respuestas nuevas a desafíos antiguos. Sus primeras palabras no fueron tal vez programáticas, pero sí profundamente evangélicas: «La paz esté con ustedes. Dios nos ama a todos. El mal no prevalecerá».
Este espíritu del Papa León XIV es el mejor colofón y la mejor actualización de la intención misionera, que urge la formación para el discernimiento eclesial.
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San Juan de la Cruz, gran director y maestro espiritual, dice en el prólogo de Subida y Noche, que muchas personas no llegan a la plenitud de su desarrollo humano y espiritual por falta de un adecuado discernimiento o por no encontrar un director capaz de guiarlas en el camino de su vida. Y da una serie de directrices para no errar el camino, que tienen un alcance comunitario y eclesial.
La intención misionera de este mes de julio sintoniza con este planteamiento, destacando la importancia del discernimiento; y nos ofrece una serie de criterios evangélicos y eclesiales. Todo discernimiento arranca del Evangelio, de la palabra de Dios escuchada y orada, y se proyecta comunitaria y eclesialmente.
Así aparece en el magisterio del Papa Francisco y del Papa León XIV, aunque con acentos o estilos diferentes: el primero, basado en la espiritualidad jesuita; el segundo, arraigado en la espiritualidad agustiniana.
EL DISCERNIMIENTO ECLESIAL DEL PAPA FRANCISCO
Cabe destacar una serie de catequesis del Papa Francisco sobre el discernimiento, que tuvieron lugar entre 2022 y 2023. «El discernimiento es un arte necesario para vivir según la voluntad de Dios, que nos invita a tomar decisiones libres y maduras» (31-agosto-2022). En sus catequesis actualiza la importancia de la familiaridad con el Señor, el autoconocimiento, el deseo profundo que mueve nuestras decisiones y la necesidad de examinar el libro de la propia vida, poniendo como ejemplo a San Ignacio de Loyola.
Así se explica el sentido de la intención misionera de este mes sobre la necesidad de formar a las personas en el discernimiento personal y comunitario y evitar caer en la «cultura de la muerte». Insiste también en la necesidad que la Iglesia tiene de crecer en el discernimiento espiritual e invita a discernir las situaciones personales y comunitarias, a ponerse a la escucha del Señor.
«El discernimiento espiritual es la brújula que nos permite reconocer la acción del Espíritu Santo en nuestra vida, en nuestras comunidades y en el mundo. Hoy como ayer Dios continúa actuando y acompañando a su Iglesia. La formación al discernimiento es urgente pues nos ayuda a escuchar, a reconocer y ser dóciles al Espíritu del Señor en los grandes desafíos del mundo y de la misión de la Iglesia».
EL DISCERNIMIENTO ECLESIAL DEL PAPA LEÓN XIV
El pontificado de León XIV irrumpe en la historia como un auténtico Kairós, un tiempo propicio en el que la Iglesia está llamada a ejercer un discernimiento lúcido y una acción profética, basada en la escucha y en la comunión. «Soy un hijo de San Agustín… ‘Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo’», dijo en su primer mensaje al mundo (mayo 9, 2025).
Estas palabras no fueron un gesto retórico: resumen toda una identidad espiritual y eclesial. Su lema episcopal —»In illo uno unum»— revela la visión agustiniana que lo ha formado desde su ingreso a la Orden en 1977. Esta espiritualidad no solo le dio su vocación sacerdotal y misionera, sino que ahora perfila su pontificado: un servicio radical a la unidad en la diversidad, en una Iglesia herida por diversas polarizaciones.
La raíz de su lema es el Cristo de San Agustín: solo en Cristo —la Verdad, el Amor, la Comunión plena— pueden unificarse los corazones divididos. Esta comunión no nace de una uniformidad, sino de una profunda interioridad compartida. León XIV encarna este espíritu, como afirmó en su primera homilía con los cardenales electores. Esta confesión es la que debe sostener hoy a la Iglesia frente a un mundo que desprecia la fe o la reduce a mera simpatía moral.
La elección de un agustino como sucesor de Pedro en un momento de tensiones internas no es casual. León XIV —Robert Prevost— ha demostrado durante décadas una capacidad poco común para el discernimiento y la mediación en su diócesis misionera de Perú, liderando procesos de reconciliación y de reforma. Ya en el Vaticano, como prefecto del Dicasterio para los Obispos, ha sido una figura clave en la promoción de una Iglesia sinodal, donde los nombramientos reflejan sensibilidad pastoral y equilibrio entre corrientes doctrinales.
Este perfil resulta especialmente necesario en un contexto eclesial donde, como él mismo advirtió, la fe es despreciada por algunos y reducida por otros a un simple humanismo moral. Para él, el reto del Papa no es inclinarse ante uno u otro sector ideológico, sino «desaparecer para que permanezca Cristo».
El carisma agustiniano se concreta en tres pilares: la interioridad, la comunidad y la caridad. Estos ejes configuran una visión pastoral profundamente humana: buscar a Dios en el corazón, vivir la fraternidad auténtica y servir a los más necesitados.
El Papa León XIV, desde sus primeras palabras, mostró esta actitud: «Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz. Sin miedo, unidos, mano a mano con Dios y entre nosotros, andemos adelante».
El perfil de León XIV como un Papa de escucha y mediación no es teórico: su biografía lo respalda. Desde su formación en Derecho Canónico hasta su experiencia misionera en Latinoamérica, pasando por su liderazgo como obispo de Chiclayo y como prefecto en Roma, se ha mostrado como un puente entre culturas, sensibilidades y realidades. Según sus colaboradores, «es un hombre que escucha más de lo que habla, que construye sin polarizar, y que cree que la verdad se revela en el amor vivido en comunidad».
En conclusión, León XIV no llega con recetas, sino con una herencia espiritual que ha probado su eficacia en contextos complejos en su propia diócesis —Chiclayo— como un pastor cercano. En Roma, ha sido el artífice de nombramientos que han equilibrado tradición y renovación. Su desafío ahora es mucho mayor: ayudar a que el Colegio Cardenalicio y toda la Iglesia vivan «una sola alma y un solo corazón hacia Dios», en medio de un mundo que exige respuestas nuevas a desafíos antiguos. Sus primeras palabras no fueron tal vez programáticas, pero sí profundamente evangélicas: «La paz esté con ustedes. Dios nos ama a todos. El mal no prevalecerá».
Este espíritu del Papa León XIV es el mejor colofón y la mejor actualización de la intención misionera, que urge la formación para el discernimiento eclesial.
















































