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En varias ocasiones, he señalado en esta carta saludo, que hay temporadas en los que resulta difícil encontrar en los medios informativos noticias positivas, en los que se nos anuncien acuerdos institucionales, locales e internacionales, que mejoren, por ejemplo, la calidad de vida de las personas; alianzas de paz entre países en conflicto; más protección para las confesiones religiosas que sufren persecuciones, aprobación de leyes en favor de la vida y de la familia. Ciertamente que cuesta encontrar noticias de este tipo.
La realidad mundial es la que es y lo reflejamos en nuestros medios de comunicación. Pero no podemos caer en una actitud equivocada de enfocar exclusivamente nuestra mirada hacia estas realidades complejas que vive el mundo. Existen, como solemos recoger en nuestra revista misionera, algunos testimonios preciosos de muchos religiosos y seglares que dedican su vida a la atención de las personas más desfavorecidas del mundo. Lo he recordado en otras cartas anteriores, pero lo vuelvo a traer de nuevo a colación.
Hay programas de televisión en donde podemos disfrutar de reportajes preciosos sobre los trabajos de nuestros misioneros. Cito varios programas: en la cadena de televisión 13TV, los viernes, a las 21:30, podemos seguir el programa «Misioneros por el mundo». Los Domingos, por la mañana, después de la Santa Misa de la cadena La 2 de Televisión Española, tenemos el programa tan conocido y seguido «Pueblo de Dios». Ambos programas merece la pena seguirlos, apoyarlos y promocionarlos.
Siguiendo estos testimonios admirados, uno se da cuenta de la importancia que tiene sembrar semillas de esperanza aún en realidades complejas. Es un gran reto, pero es la llamada que Dios nos hace a los cristianos, que cuidemos la dignidad de las personas, que protejamos a las familias, que ofrezcamos una educación sólida y con valores cristianos, que favorezcamos proyectos que ayuden a la reconciliación y la paz entre las personas y los pueblos.
Los misioneros nos enseñan que estas pequeñas semillas pueden producir grandes frutos para el cambio de la sociedad. Ellos se encuentran lejos, en tierras de misión. Aquí también, en nuestra realidad, tenemos personas que han centrado su vida y sus tareas en continuar, también, con esta labor. Anímate, querido lector, a construir una nueva sociedad y un nuevo mundo.