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Cada vez escucho con más intensidad la voz del pueblo africano que clama libertad y prosperidad. Es bien conocido, que el continente africano, es una tierra muy rica en recursos naturales además de tener una población joven dispuesta a emprender iniciativas laborales siempre y cuando cuenten con las ayudas requeridas.
Este es uno de los puntos más delicados a que se enfrentan los africanos. Siempre están condicionados a las ayudas exteriores, que sí que llegan, y que gracias a ellas pueden emprender iniciativas pero no disponen de recursos propios que les permitiría tener una libertad de actuación y escoger qué proyectos necesitan para sus propias vidas y sus pueblos. Recibir ayudas del exterior significa estar siempre condicionados a los propósitos, no siempre morales, de las grandes instituciones internacionales, así como de las multinacionales que bien saben de la riqueza que contiene la tierra africana.
No pensemos que el colonialismo cerró sus puertas al continente africano. Hay muchas maneras de seguir apropiándose de tierras y de los pueblos. África dispone de grandes canteras de recursos naturales, tan necesitados para la vida y el desarrollo de los pueblos, así como del mundo tecnológico cada vez más avanzado. Esas tierras y esos recursos son propiedad del pueblo africano, no de los países que siguen controlando y bloqueando, en ocasiones, esas riquezas que permitirían un gran desarrollo para los pueblos africanos.
Recientemente escuchaba a un pensador africano exclamar: ¡Déjennos vivir en nuestra tierra con nuestras propias riquezas! Ciertamente es comprensible este grito de aquellos que no quieren seguir viviendo bajo el condicionamiento de intereses internacionales. Solo quieren vivir en paz y en prosperidad en su propia tierra, con sus propios recursos.
Es obvio, que muchos países africanos necesitan de la ayuda exterior, para poder seguir respondiendo a tantas necesidades sociales y económicas, pero esto no excluye que las instituciones internacionales vayan preparando a estos países, para que, poco a poco, puedan generar sus propios recursos que, insisto, pueden producir en abundancia.
Para ello, resulta necesario seguir apostando por la educación de los jóvenes, que sí están dispuestos a trabajar por su tierra. Basta mirar los proyectos tan importantes que ha puesto en marcha la iglesia católica. Una seria y profesional formación profesional, permitirá al pueblo africano dar pasos concretos hacia esa liberación que tanto ansía y que, ciertamente, es posible lograrlo.