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Nuestras calles y ciudades ya comienzan a preparar la «campaña de Navidad», unas largas semanas de publicidad y de márketing de productos de todo de tipo, de marcas y de precios. Estas campañas están bien diseñadas, para que todos los ciudadanos creamos que sin adquirir muchos de estos productos vamos a quedar aislados de la sociedad, como es el caso de los aparatos de comunicación. Claro que necesitamos instrumentos para comunicarnos o vestidos para vestir, pero nuestra mirada no se dirige a escaparates sino a un Misterio que cambió el rumbo de la historia, la Encarnación del Hijo de Dios.
Para nosotros, los cristianos, la Navidad no es una campaña, es un acontecimiento que después de 2000 años sigue iluminando, de verdad, nuestras vidas, las vidas de nuestras familias y de todos los espacios donde compartimos la vida. Es ahí donde acontece, de nuevo, el Misterio de la Navidad. Ante tanta oscuridad en la que nos encontramos, la Luz de Belén quiere iluminar todos los espacios de nuestra existencia. Sí, el hombre-Dios: Jesús, quiere nacer en nuestras vidas y en la sociedad. Su nacimiento trajo consigo una gran alegría. Hoy, también nosotros, queremos experimentar esta alegría que no tiene fin.
Para muchos de nosotros la Navidad no será muy distinta a la de otros años, en los que hemos compartido estos días con nuestras familias y comunidades. No han faltado los villancicos que alegran el ambiente familiar y comunitario. Hemos celebrado, realmente, la Navidad. Pero sabemos muy bien que en nuestro entorno hay muchas personas y familias que no pueden celebrar, con una mínima alegría, estos días tan entrañables. Los tenemos muy de cerca de nosotros; algunos ya estaban entre nosotros, otros han llegado ahora.
La Navidad no es solamente contemplar el Misterio sino llevar ese Misterio de Amor a estas personas que están sufriendo y que han perdido la alegría de la vida. Siempre decimos que no esperemos que las grandes organizaciones cambien la vida de la sociedad. Es cierto que de ellos dependemos, en muchas ocasiones, para recibir ayudas económicas que garantizan una vida digna pero los grandes cambios vienen con grandes gestos de personas concretas que cambian su mirada y orientan su corazón hacia las personas más necesitadas.
Os invito, amigos lectores, que, en esta Navidad, hagamos un gesto concreto de solidaridad con alguna familia que conocemos y que necesitan de nuestra ayuda. Puede ser un regalo, si es anónimo mejor; puede ser pasar un momento de fraternidad con ellos… Cualquier gesto es importante, siempre cuando ésta va con amor sincero. Humanicemos nuestra sociedad con estos gestos concretos. Todos estamos llamados a ser felices no solo en estos días tan señalados sino toda nuestra vida. El mejor regalo a Dios y a los demás será nuestro gesto concreto con personas concretas ¡Feliz Navidad a todos!