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Durante estos días, hemos conocido la situación tan dramática que están viviendo en muchas de las cárceles de América Latina. Todos hemos visto alguna vez imágenes de estos centros penitenciarios, la mayoría deterioradas, con estructuras muy anticuadas donde miles de encarcelados viven en condiciones infrahumanas.
La crisis sanitaria mundial que estamos viviendo y que afecta, de manera preocupante a algunos países de América Latina, ha provocado que en muchos de los centros penitenciarios de aquél continente estén viviendo una situación preocupante, incontrolada también y que, en algunos casos incluso, están llevando a fuertes motines.
Uno de los países que en estos momentos está sufriendo este problema es Ecuador donde los motines están creciendo, provocando centenares de fallecidos. En algunos centros penitenciarios la situación es incontrolable, como es el caso, también, de Brasil donde los obispos de aquél país llevan años denunciando esta dura realidad.
Es cierto que en muchos de estos centros, existen pandillas que provocan muchos de los incidentes. Son grupos extremadamente peligrosos tanto en las calles como en los centros penitenciarios. Estos grupos controlan muchas estructuras internas y provocan situaciones violentas cuya respuesta por parte de las fuerzas de seguridad suelen ser, en la mayoría de los casos, de una respuesta contundente. A las autoridades públicas les cuesta controlar a estos grupos.
Constatando la dificultad que supone para las instituciones públicas el control de estos grupos violentos, no podemos dejar de hablar de las condiciones infrahumanas en las que viven muchos de estos presos. Desde hace varios años y con la crisis sanitaria mundial muy reciente, instituciones católicas que trabajan en este campo han denunciado la gestión de estos centros donde no llegan los recursos básicos que necesitan los presos.
En algunos centros, por ejemplo, los responsables de las mismas han decidido instaurar más restricciones para que los presos no puedan recibir ayudas del exterior. En parte se puede entender que tengan miedo a que el virus pueda entran por medio de algunos productos y que, en su caso, provocaría una situación aún más compleja. Pero ciertamente no se trata de un peligro cuando muchas de las necesidades básicas que tienen los presos se les entrega en envases totalmente cerrados. Las instituciones católicas denuncian que muchos presos no están siendo alimentados correctamente y que no pueden recibir ayudas alimentarias desde el exterior.
Pero los encarcelados no solo necesitan alimentos y medicinas, también es importante que puedan recibir las visitas de sus familias y de sus amistades siempre cumpliendo, se entiende, con las normas sanitarias correspondientes. Muchos de los responsables de estos centros penitenciales han decidido cortar toda comunicación de los presos con sus familias. Esto, sin duda, ha provocado que muchos de ellos estén viviendo una soledad y un aislamiento aún más profundo.
Somos conscientes de que esta crisis sanitaria está provocando situaciones realmente complejas sobre todo donde conviven personas; pero lamentablemente, esta crisis nos está acercando a la cruel realidad de muchos centros penitenciarios y sociales donde los derechos humanos básicos no se están garantizando.