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Mientras redacto estas líneas, la comunidad internacional sigue mirando a Ucrania con máxima preocupación. La posible invasión de este país por parte de Rusia ha puesto a toda Europa en alerta ante una posible guerra entre un país con grandes recursos militares, como Rusia, y otro mucho más pequeño, Ucrania, situado en una zona geopolíticamente estratégica.
Los que siguen la actualidad de la política internacional, vienen observando desde hace ya muchos años que Rusia, sobre todo, está construyendo un nuevo mapa geopolítico en aquellas tierras que nos recuerdan los grandes conflictos políticos y militares que costó la vida de millones de personas.
Conocemos bien su historia. No queremos que se vuelvan a suceder los graves conflictos que desestabilizan la vida de los pueblos, creando en la mayoría de los casos, crisis económicas que afectan a toda la comunidad europea. No nos resultan lejanos estos conflictos ya que vivimos en un mundo cada vez más globalizado y nuestras vidas cada vez están más unidas, por lo que hay que trabajar para conseguir espacios de paz y de reconciliación. Los gobernantes tienen la difícil tarea de apaciguar las tensiones que se generan cada vez en más lugares del mundo.
Los informes que preparan algunas instituciones internacionales serias, sobre la realidad del mundo, constatan que los conflictos armados siguen creciendo, provocando un gran número de muertos y generando, asimismo, un éxodo de las poblaciones hacia otras tierras más pacíficas. Basta mirar al continente africano para observar la desestabilización en que viven un gran número de países de este continente y lo que esto provoca en la vida de mucha gente. El mundo llora y sufre por causa de los conflictos y de las guerras.
La Iglesia católica, en la persona del Santo Padre, ha pedido a los responsables políticos que se esfuercen por la paz. Nunca son pocos los esfuerzos para construir espacios de paz y de reconciliación. La diplomacia, el arte del encuentro, es un camino seguro para que todos los países vean respetada su soberanía y puedan vivir en libertad sin que nadie les arrebate sus territorios ni viole su propia identidad y cultura.
No son tiempos pacíficos. Constatamos, con preocupación, que los conflictos armados no se terminan. Por una parte, como hemos señalado en otros textos, el negocio armamentístico mueve grandes sumas de dinero. Es un campo de negocio económicamente muy rentable pero que en la realidad provocan la destrucción de millones de vidas.
Oremos por la paz en el mundo. Pidamos a Dios que cada uno de nosotros seamos una semilla paz allí donde nos encontremos. En nuestro entorno podemos vivir conflictos mucho menos duros pero que endurecen nuestros corazones. Construyamos espacios de paz y de reconciliación para que nuestro mundo, nuestros pueblos y ciudades, nuestras familias… sean espacios de amor y de respeto los unos por los otros.