

El comentario de la intención misionera del mes de junio tiene dos protagonistas: el Papa Francisco y el Papa León XIV. El primero clausura un pontificado de amplia renovación eclesial. El segundo inaugura un nuevo pontificado abierto al diálogo y a la esperanza renovadora, bajo nuevos moldes, para la Iglesia y para nuestra sociedad.
LA COMPASIÓN POR EL MUNDO DEL PAPA FRACISCO
En un mundo cada vez más caracterizado por la división, la desconfianza y la desilusión, el Papa Francisco se erige como una figura de compromiso social y humilde compasión. Su pontificado no ha estado marcado por la grandeza ni por el dogma, sino por un compromiso inquebrantable con la compasión, la misericordia y la justicia social.
Con su radical humildad rompió con tradiciones de siglos al elegir vestimentas papales más sencillas y optar por un modesto apartamento en la Casa Santa Marta del Vaticano. Pero el énfasis del Papa Francisco en la inclusión ha sido quizás el aspecto más revolucionario de su pontificado, frente a la postura tradicionalmente más dura de la Iglesia.
Una y otra vez, llamó a los líderes mundiales a abordar las injusticias estructurales que perpetúan la pobreza y el conflicto. Condenó el comercio de armas, la trata de personas y los sistemas económicos que priorizan el lucro sobre las personas. El Papa Francisco levantó también su voz en la diplomacia internacional y jugó un papel clave en la restauración de las relaciones diplomáticas, invitando al diálogo y a la reconciliación en regiones asoladas por la guerra y la violencia. Su lenguaje no era el de la condena, sino el del acompañamiento: caminar junto a los demás.
Sus visitas apostólicas estuvieron marcadas por gestos personales como besar los pies de prisioneros, abrazar a niños con discapacidad, consolar a refugiados. Estos actos no eran meramente ceremoniales, sino coherentes con una vida entera de servicio. recordando al mundo que el verdadero liderazgo se basa en el servicio y la cercanía.
Más allá de la reforma institucional, quizás el mayor regalo del Papa haya sido su capacidad para reavivar la esperanza. La espiritualidad de Francisco, profundamente ignaciana, inspirada en la tradición jesuita del discernimiento y la acción social, es una espiritualidad que abraza la duda y la lucha como parte de la fe. Esto resuena profundamente en una generación desencantada con el dogma, pero sedienta de sentido. Para los jóvenes, especialmente, el Papa Francisco representa una figura moral que habla con credibilidad sobre los temas que les preocupan: la justicia climática, la migración, la paz y la dignidad.
LA COMPASIÓN POR EL MUNDO DEL PAPA LEÓN XIV
El legado del Papa Francisco comienza ya a tomar forma en la figura del nuevo papa León XIV. Puede que no haya reescrito la doctrina, pero sí ha reorientado a la Iglesia hacia las periferias. Ha recordado al mundo que la religión, en su mejor versión, no trata de excluir, sino de abrazar.
En un mundo donde las voces más estridentes suelen sembrar división, el Papa continúa susurrando un mensaje diferente: misericordia, humildad y esperanza.
A medida que los cardenales electores se iban reuniendo para elegir al nuevo Papa, hemos rezado para que el nuevo pontífice mantuviese vivo este legado: su compasión por el mundo, su mensaje de paz, su apertura al diálogo, su cercanía y su disponibilidad para el servicio de una Iglesia misionera, que acoge a todos, especialmente a los más vulnerables.
Desde su elección, seguida de su mensaje desde la Logia Vaticana de San Pedro, el nuevo Obispo de Roma, el papa León XIV, ha confirmado estos anhelos y estas esperanzas, fundadas en su espiritualidad agustiniana y en su experiencia misionera.
Como Papa, como obispo de la ciudad de Roma y de todo el mundo (Urbi et Orbi), el papa Prevost caminará, sufrirá con la cruz que le han cargado, pero, debido a su vocación singular, lo hará sin miedo, con firmeza, guiado por el Espíritu Santo y apoyado en la oración de todos los fieles.
Será un camino de unidad, basado en el ‘Anima una et cor unum in Deum’, de la regla agustiniana inspirado en los Hechos de los Apóstoles 4,32. Y reflejado en su escudo pontificio: In Illo uno unum. Recoge no solo la herencia de la espiritualidad agustiniana, sino también la de Santo Tomás de Aquino, en cuya Universidad romana (Angelicum) se doctoró en Derecho Canónico.
La elección del nombre nos hace pensar en León XIII. el ‘padre de la Doctrina Social de la Iglesia’, cuyo pontificado fue uno de los más duraderos en la historia (León XIV cumplirá 70 años en septiembre de este año).
Por todo ello nuestra oración por el nuevo Pontífice, no puede ser otra que la de ‘Ad multos annos’.
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El comentario de la intención misionera del mes de junio tiene dos protagonistas: el Papa Francisco y el Papa León XIV. El primero clausura un pontificado de amplia renovación eclesial. El segundo inaugura un nuevo pontificado abierto al diálogo y a la esperanza renovadora, bajo nuevos moldes, para la Iglesia y para nuestra sociedad.
LA COMPASIÓN POR EL MUNDO DEL PAPA FRACISCO
En un mundo cada vez más caracterizado por la división, la desconfianza y la desilusión, el Papa Francisco se erige como una figura de compromiso social y humilde compasión. Su pontificado no ha estado marcado por la grandeza ni por el dogma, sino por un compromiso inquebrantable con la compasión, la misericordia y la justicia social.
Con su radical humildad rompió con tradiciones de siglos al elegir vestimentas papales más sencillas y optar por un modesto apartamento en la Casa Santa Marta del Vaticano. Pero el énfasis del Papa Francisco en la inclusión ha sido quizás el aspecto más revolucionario de su pontificado, frente a la postura tradicionalmente más dura de la Iglesia.
Una y otra vez, llamó a los líderes mundiales a abordar las injusticias estructurales que perpetúan la pobreza y el conflicto. Condenó el comercio de armas, la trata de personas y los sistemas económicos que priorizan el lucro sobre las personas. El Papa Francisco levantó también su voz en la diplomacia internacional y jugó un papel clave en la restauración de las relaciones diplomáticas, invitando al diálogo y a la reconciliación en regiones asoladas por la guerra y la violencia. Su lenguaje no era el de la condena, sino el del acompañamiento: caminar junto a los demás.
Sus visitas apostólicas estuvieron marcadas por gestos personales como besar los pies de prisioneros, abrazar a niños con discapacidad, consolar a refugiados. Estos actos no eran meramente ceremoniales, sino coherentes con una vida entera de servicio. recordando al mundo que el verdadero liderazgo se basa en el servicio y la cercanía.
Más allá de la reforma institucional, quizás el mayor regalo del Papa haya sido su capacidad para reavivar la esperanza. La espiritualidad de Francisco, profundamente ignaciana, inspirada en la tradición jesuita del discernimiento y la acción social, es una espiritualidad que abraza la duda y la lucha como parte de la fe. Esto resuena profundamente en una generación desencantada con el dogma, pero sedienta de sentido. Para los jóvenes, especialmente, el Papa Francisco representa una figura moral que habla con credibilidad sobre los temas que les preocupan: la justicia climática, la migración, la paz y la dignidad.
LA COMPASIÓN POR EL MUNDO DEL PAPA LEÓN XIV
El legado del Papa Francisco comienza ya a tomar forma en la figura del nuevo papa León XIV. Puede que no haya reescrito la doctrina, pero sí ha reorientado a la Iglesia hacia las periferias. Ha recordado al mundo que la religión, en su mejor versión, no trata de excluir, sino de abrazar.
En un mundo donde las voces más estridentes suelen sembrar división, el Papa continúa susurrando un mensaje diferente: misericordia, humildad y esperanza.
A medida que los cardenales electores se iban reuniendo para elegir al nuevo Papa, hemos rezado para que el nuevo pontífice mantuviese vivo este legado: su compasión por el mundo, su mensaje de paz, su apertura al diálogo, su cercanía y su disponibilidad para el servicio de una Iglesia misionera, que acoge a todos, especialmente a los más vulnerables.
Desde su elección, seguida de su mensaje desde la Logia Vaticana de San Pedro, el nuevo Obispo de Roma, el papa León XIV, ha confirmado estos anhelos y estas esperanzas, fundadas en su espiritualidad agustiniana y en su experiencia misionera.
Como Papa, como obispo de la ciudad de Roma y de todo el mundo (Urbi et Orbi), el papa Prevost caminará, sufrirá con la cruz que le han cargado, pero, debido a su vocación singular, lo hará sin miedo, con firmeza, guiado por el Espíritu Santo y apoyado en la oración de todos los fieles.
Será un camino de unidad, basado en el ‘Anima una et cor unum in Deum’, de la regla agustiniana inspirado en los Hechos de los Apóstoles 4,32. Y reflejado en su escudo pontificio: In Illo uno unum. Recoge no solo la herencia de la espiritualidad agustiniana, sino también la de Santo Tomás de Aquino, en cuya Universidad romana (Angelicum) se doctoró en Derecho Canónico.
La elección del nombre nos hace pensar en León XIII. el ‘padre de la Doctrina Social de la Iglesia’, cuyo pontificado fue uno de los más duraderos en la historia (León XIV cumplirá 70 años en septiembre de este año).
Por todo ello nuestra oración por el nuevo Pontífice, no puede ser otra que la de ‘Ad multos annos’.