

El número de católicos aumentó desde el año 2000 hasta hoy un 31% y son ahora unos 280 millones. Los fieles evangélicos tienen más de 170 millones de fieles en nuestro continente.
Los pentecostalistas, la denominación cristiana que más crece en la actualidad, tan solo en Ghana tienen 28 ramas distintas. Todas las iglesias protestantes juntas suman algo más de 310 millones.
La población total de nuestro continente llega ya 1.481,8 millones de habitantes. Además de los cristianos, cuenta también entre los suyos a unos 450 millones de seguidores de Mahoma. Tan solo quedarían 400 millones de africanos para completar la población pagana (en África no hay ateos, pues también los paganos creen en su Dios) y los seguidores de las religiones tradicionales.
Estas últimas crecen mucho en número, pero con pocos adeptos. En l968 había en nuestro continente 6.000 iglesias tradicionales, hoy casi se han duplicado llegando a 11.000. Su tamaño numérico varía mucho y es muy reducido en la mayoría de ellas. Las iglesias tradicionales africanas son totalmente desconocidas en el mundo occidental.
Sana competencia entre familias cristianas
Hace unas semanas escuché unas graciosas anécdotas que se contaban entre ellos, mientras bebían un traguito de cerveza casera, tres ancianos del pueblo. Entre sus chascarrillos me llamó la atención cómo uno de ellos imitaba con mucha gracia a los predicadores de tiempos pasados. Parece que tanto los pastores como los misioneros se miraban unos a otros como enemigos y en sus sermones se dedicaban más a sacar unos a otros sus trapos sucios que a proclamar el Evangelio.
Quienes hemos nacido después del Vaticano II apenas hemos conocido escenas de tanto antagonismo, aunque sí quedaban unos pocos líderes que buscaban la guerra entre las diversas familias cristianas. Hoy la situación ha cambiado y los seguidores de Jesús nos relacionamos como hermanos.
A pesar del buen ambiente ecuménico, algunos líderes religiosos resaltan los peligros del fácil sectarismo entre nuestros grupos cristianos. La formación religiosa de nuestros fieles es bastante superficial, lo que los hace presa fácil para dejarse engañar. Los dos grupos cristianos que más florecen en la actualidad en nuestro continente son los católicos y los pentecostales. La iglesia católica, que tanto creció en tiempos del colonialismo europeo, ha gozado incluso de mayor éxito en estos últimos 50 años.
El primer misionero pentecostal viajó de Finlandia a Kenia en 1912. Poco después de que Kenia consiguiera su independencia también sus iglesias se independizaron (1965), llamándose Asambleas Pentecostales de Dios. Entre 1972 y 1986 sus fieles se duplicaron en número. En esta última década es, probablemente, la familia cristiana que más ha crecido en África: en 1970 su presencia no llegaba al 5% de la población, hoy se acercan al 12%.
Resalta esta sana competencia entre los grupos cristianos y el interés por la vivencia de su fe, que experimenta nuestra población africana, mientras en muchas partes del planeta el progreso técnico y el materialismo han condenado al olvido todo interés de tipo religioso. De todas formas, nuestras comunidades cristianas, lejos de dormirse en sus éxitos del momento, deben prepararse para un futuro no lejano. Hay retos importantes que necesitan encarar con valentía, entre las que resaltaría dos: la formación adecuada de sus líderes y el reto de mantener un contacto vivo con la población joven.
Formación adecuada de sus líderes
Las iglesias cristianas necesitan líderes que miren el futuro y preparen con valentía a sus comunidades para los cambios que se avecinan. Se trata de cambios, no muy lejanos, e inevitables. El mundo se ha hecho pequeño gracias a los medios de comunicación a su alcance: el mundo occidental y sus valores, tanto los positivos como los negativos, invaden ya a toda nuestra población, en especial a la juventud.
Los seminarios de la iglesia católica, y los centros donde se forman los ministros anglicanos y protestantes, llevan muchos años de andadura y están bien equipados para conseguir su meta. Se podría formular, sin embargo, una simple pregunta: Los sacerdotes, los pastores, y los ministros que estrenan hoy su servicio ¿Han recibido una formación adecuada para encarar un futuro nuevo, que se acerca ya?
Ciertamente todas nuestras comunidades han invertido mucho esfuerzo y personal en la tarea de la formación de sus líderes, y merecidamente gozan de obispos, de pastores, de sacerdotes, de ministros y de catequistas con una preparación envidiable. La mayoría de ellos, sin embargo, han recibido una formación idónea para liderar la fe de sus comunidades y mantener sus actuales estructuras.
Pero tendríamos que seguir preguntándonos ¿Formamos líderes capaces para encarar un futuro muy próximo y liderar a las comunidades en una posible nueva realidad, que se avecina?
No podemos darnos el lujo de perder a la juventud
Una de las dolorosas realidades, que experimentan las comunidades cristianas en el mundo occidental, es la ausencia casi total de los jóvenes en sus encuentros comunitarios de la celebración de su fe. No es que la juventud critique en público su pasado religioso o que milite activamente contra su grupo cristiano, simplemente han dejado de lado, han abandonado su compromiso religioso.
En África no podemos darnos el lujo de perder a la juventud. Nuestros políticos deploran, con insistencia, la pasividad o el poco interés de los jóvenes en el futuro socio-económico de sus países. Que no tengamos que lamentar la misma pasividad en nuestras iglesias cristianas.
¿Te ha gustado el artículo? PUEDES COMPARTIRLO
COLABORA CON LOM
El número de católicos aumentó desde el año 2000 hasta hoy un 31% y son ahora unos 280 millones. Los fieles evangélicos tienen más de 170 millones de fieles en nuestro continente.
Los pentecostalistas, la denominación cristiana que más crece en la actualidad, tan solo en Ghana tienen 28 ramas distintas. Todas las iglesias protestantes juntas suman algo más de 310 millones.
La población total de nuestro continente llega ya 1.481,8 millones de habitantes. Además de los cristianos, cuenta también entre los suyos a unos 450 millones de seguidores de Mahoma. Tan solo quedarían 400 millones de africanos para completar la población pagana (en África no hay ateos, pues también los paganos creen en su Dios) y los seguidores de las religiones tradicionales.
Estas últimas crecen mucho en número, pero con pocos adeptos. En l968 había en nuestro continente 6.000 iglesias tradicionales, hoy casi se han duplicado llegando a 11.000. Su tamaño numérico varía mucho y es muy reducido en la mayoría de ellas. Las iglesias tradicionales africanas son totalmente desconocidas en el mundo occidental.
Sana competencia entre familias cristianas
Hace unas semanas escuché unas graciosas anécdotas que se contaban entre ellos, mientras bebían un traguito de cerveza casera, tres ancianos del pueblo. Entre sus chascarrillos me llamó la atención cómo uno de ellos imitaba con mucha gracia a los predicadores de tiempos pasados. Parece que tanto los pastores como los misioneros se miraban unos a otros como enemigos y en sus sermones se dedicaban más a sacar unos a otros sus trapos sucios que a proclamar el Evangelio.
Quienes hemos nacido después del Vaticano II apenas hemos conocido escenas de tanto antagonismo, aunque sí quedaban unos pocos líderes que buscaban la guerra entre las diversas familias cristianas. Hoy la situación ha cambiado y los seguidores de Jesús nos relacionamos como hermanos.
A pesar del buen ambiente ecuménico, algunos líderes religiosos resaltan los peligros del fácil sectarismo entre nuestros grupos cristianos. La formación religiosa de nuestros fieles es bastante superficial, lo que los hace presa fácil para dejarse engañar. Los dos grupos cristianos que más florecen en la actualidad en nuestro continente son los católicos y los pentecostales. La iglesia católica, que tanto creció en tiempos del colonialismo europeo, ha gozado incluso de mayor éxito en estos últimos 50 años.
El primer misionero pentecostal viajó de Finlandia a Kenia en 1912. Poco después de que Kenia consiguiera su independencia también sus iglesias se independizaron (1965), llamándose Asambleas Pentecostales de Dios. Entre 1972 y 1986 sus fieles se duplicaron en número. En esta última década es, probablemente, la familia cristiana que más ha crecido en África: en 1970 su presencia no llegaba al 5% de la población, hoy se acercan al 12%.
Resalta esta sana competencia entre los grupos cristianos y el interés por la vivencia de su fe, que experimenta nuestra población africana, mientras en muchas partes del planeta el progreso técnico y el materialismo han condenado al olvido todo interés de tipo religioso. De todas formas, nuestras comunidades cristianas, lejos de dormirse en sus éxitos del momento, deben prepararse para un futuro no lejano. Hay retos importantes que necesitan encarar con valentía, entre las que resaltaría dos: la formación adecuada de sus líderes y el reto de mantener un contacto vivo con la población joven.
Formación adecuada de sus líderes
Las iglesias cristianas necesitan líderes que miren el futuro y preparen con valentía a sus comunidades para los cambios que se avecinan. Se trata de cambios, no muy lejanos, e inevitables. El mundo se ha hecho pequeño gracias a los medios de comunicación a su alcance: el mundo occidental y sus valores, tanto los positivos como los negativos, invaden ya a toda nuestra población, en especial a la juventud.
Los seminarios de la iglesia católica, y los centros donde se forman los ministros anglicanos y protestantes, llevan muchos años de andadura y están bien equipados para conseguir su meta. Se podría formular, sin embargo, una simple pregunta: Los sacerdotes, los pastores, y los ministros que estrenan hoy su servicio ¿Han recibido una formación adecuada para encarar un futuro nuevo, que se acerca ya?
Ciertamente todas nuestras comunidades han invertido mucho esfuerzo y personal en la tarea de la formación de sus líderes, y merecidamente gozan de obispos, de pastores, de sacerdotes, de ministros y de catequistas con una preparación envidiable. La mayoría de ellos, sin embargo, han recibido una formación idónea para liderar la fe de sus comunidades y mantener sus actuales estructuras.
Pero tendríamos que seguir preguntándonos ¿Formamos líderes capaces para encarar un futuro muy próximo y liderar a las comunidades en una posible nueva realidad, que se avecina?
No podemos darnos el lujo de perder a la juventud
Una de las dolorosas realidades, que experimentan las comunidades cristianas en el mundo occidental, es la ausencia casi total de los jóvenes en sus encuentros comunitarios de la celebración de su fe. No es que la juventud critique en público su pasado religioso o que milite activamente contra su grupo cristiano, simplemente han dejado de lado, han abandonado su compromiso religioso.
En África no podemos darnos el lujo de perder a la juventud. Nuestros políticos deploran, con insistencia, la pasividad o el poco interés de los jóvenes en el futuro socio-económico de sus países. Que no tengamos que lamentar la misma pasividad en nuestras iglesias cristianas.