

Robert Gardener, secretario de la Conferencia, envió una carta de invitación al cardenal Gaspari. Al poco tiempo el papa Benedicto XV se asoció al movimiento concediendo una indulgencia plenaria a quienes rezasen por la unidad de la Iglesia del 18 al 25 de enero de cada año.
En una segunda etapa, 1938, surgió con fuerza el Consejo Mundial de las Iglesias (CMI). El consejo se presentó, no como una iglesia mundial, sino como «comunidad de iglesias que reconocen a Cristo como Dios y Salvador.” La Iglesia Católica se mantuvo un poco al margen del CMI, hasta el papado de Juan XXIII. Fue el papa Roncalli quien inició un cambio de rumbo con la creación del “Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos». El cardenal Bea, primer presidente del recién estrenado secretariado, participó activamente en la asamblea del CMI en Nueva Delhi en 1961.
Desde la celebración del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica, y en particular los seis últimos Papas, se han erigido en los grandes artífices y promotores del movimiento ecuménico y del diálogo inter-religioso. La Iglesia Católica, además de la unidad cristiana, busca con valentía una cooperación entre judíos, musulmanes, hindúes, budistas y cristianos para traer, todos juntos, la paz y la prosperidad al mundo.
Ecumenismo Subsahariano
La historia del Cristianismo subsahariano apenas pasa de los 200 años. Es, por tanto, una comunidad joven y con un pasado muy diferente al de sus hermanos/as occidentales. El pasado del Cristianismo occidental ha conocido separaciones desgarradoras, como la que ocurrió entre Roma y Constantinopla, que perpetuó la existencia de comunidades romanas y ortodoxas. Más tarde hubo también guerras interminables entre católicos y protestantes. La historia del cristianismo occidental ha sido, desgraciadamente, testigo de mucha violencia y muerte en nombre de la religión.
La iglesia subsahariana nunca ha experimentado estas profundas heridas del pasado occidental. Cierto que había pequeños malentendidos y algo de antagonismo entre unos pocos misioneros católicos y algunos pastores protestantes, pero en general la convivencia fue siempre de respeto y hasta de colaboración.
La pobreza nos une y nos hace ver que nos necesitamos los unos de los otros. Estos problemas diarios son comunes a todos los miembros de las distintas familias religiosas, y son ciertamente mucho más importantes que lo que nos separa: la diversidad de nuestra fe, liturgias y costumbres.
En las últimas décadas han surgido grupos terroristas, que pretenden sembrar el odio entre musulmanes y cristianos, como es el caso de Boko-Haram, y otros grupos en todo lo largo y ancho del corredor del Sahel y norte de Nigeria. Hay también políticos, que, buscando sus propios intereses, siembran violencia y muerte calificándolas falsamente como “guerras religiosas”, así ocurrió en el caso de Mali y de la República Centroafricana.
Nuestros líderes religiosos, por fortuna, saben que el papel de la religión no es separar y sembrar el odio entre sus miembros. Hoy se reconoce que las distintas religiones deben unirse y luchar juntos sabiendo que la religión es un medio eficaz para lograr la paz y la reconciliación.
En África no abundan debates religiosos, ni encuentros de teólogos y otros foros tan comunes en el mundo occidental.
Tampoco ha habido grandes encuentros de líderes de distintas religiones que se hayan juntado para orar, como ha sido el caso de los encuentros de Asís en Italia. Sí hemos conocido, sin embargo, encuentros de diversos líderes que han proclamado juntos las injusticias y la corrupción de los políticos, y encuentros como los de la República Centroafricana durante la guerra cuando los líderes musulmanes se refugiaron en la casa del arzobispo de Bangui.
Nuestros líderes religiosos, en la gran mayoría de los casos, no pretenden cambiar las ideas de la gente acerca de sus creencias; lo que buscan es compartir en armonía su vida diaria y solucionar juntos los grandes retos que depara nuestra pobre realidad africana.
Grandes y pequeños proyectos inter-religiosos
Hay una importante coalición de actores de mucho peso, llamada TerrAfrica: sus asociados, entre los que están las más conocidas religiones del mundo, se dedican a gestionar los recursos naturales de África. En poco más de una década la coalición ha logrado superar importantes problemas causados por la degradación de tierras en la región subsahariana. Esta gestión tiene un impacto directo en el desarrollo de la región, ya que el 30% de los ingresos en las naciones al sur del Sahara se deriva de sus recursos forestales y ambientales.
A través de TerrAfrica, el Banco Mundial colabora con la Alianza de Religiones y Conservación (ARC) que apoyan decididamente la creación de paisajes más ecológicos en el Continente. Creada en el año 2005, la coalición tiene un nueva y ambiciosa iniciativa: recuperar 100 millones de hectáreas de tierras degradadas en los próximos 10 años. Iniciativa que aliviará las necesidades alimentarias de millones de habitantes en la región.
Tan importantes como estos macro-proyectos, o incluso más, para que los miembros de las diversas familias religiosas compartan sus inquietudes y se conozcan mejor son las jornadas del voluntariado, que se practican en áreas rurales. Se trata de días señalados, incluso semanas, en los que todo el pueblo coopera en pequeños proyectos locales: construcción o arreglo de edificios oficiales, como hospitales y escuelas. Abre nuevos caminos entre pueblo y pueblo. Construye puentes para poder cruzar los ríos en tiempo de lluvias.
Es un ecumenismo y diálogo religioso en acción. El trabajo en común y el interés por el bienestar de la sociedad hace que los miembros de las distintas religiones se conozcan mejor y se mantengan más unidos.
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Robert Gardener, secretario de la Conferencia, envió una carta de invitación al cardenal Gaspari. Al poco tiempo el papa Benedicto XV se asoció al movimiento concediendo una indulgencia plenaria a quienes rezasen por la unidad de la Iglesia del 18 al 25 de enero de cada año.
En una segunda etapa, 1938, surgió con fuerza el Consejo Mundial de las Iglesias (CMI). El consejo se presentó, no como una iglesia mundial, sino como «comunidad de iglesias que reconocen a Cristo como Dios y Salvador.” La Iglesia Católica se mantuvo un poco al margen del CMI, hasta el papado de Juan XXIII. Fue el papa Roncalli quien inició un cambio de rumbo con la creación del “Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos». El cardenal Bea, primer presidente del recién estrenado secretariado, participó activamente en la asamblea del CMI en Nueva Delhi en 1961.
Desde la celebración del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica, y en particular los seis últimos Papas, se han erigido en los grandes artífices y promotores del movimiento ecuménico y del diálogo inter-religioso. La Iglesia Católica, además de la unidad cristiana, busca con valentía una cooperación entre judíos, musulmanes, hindúes, budistas y cristianos para traer, todos juntos, la paz y la prosperidad al mundo.
Ecumenismo Subsahariano
La historia del Cristianismo subsahariano apenas pasa de los 200 años. Es, por tanto, una comunidad joven y con un pasado muy diferente al de sus hermanos/as occidentales. El pasado del Cristianismo occidental ha conocido separaciones desgarradoras, como la que ocurrió entre Roma y Constantinopla, que perpetuó la existencia de comunidades romanas y ortodoxas. Más tarde hubo también guerras interminables entre católicos y protestantes. La historia del cristianismo occidental ha sido, desgraciadamente, testigo de mucha violencia y muerte en nombre de la religión.
La iglesia subsahariana nunca ha experimentado estas profundas heridas del pasado occidental. Cierto que había pequeños malentendidos y algo de antagonismo entre unos pocos misioneros católicos y algunos pastores protestantes, pero en general la convivencia fue siempre de respeto y hasta de colaboración.
La pobreza nos une y nos hace ver que nos necesitamos los unos de los otros. Estos problemas diarios son comunes a todos los miembros de las distintas familias religiosas, y son ciertamente mucho más importantes que lo que nos separa: la diversidad de nuestra fe, liturgias y costumbres.
En las últimas décadas han surgido grupos terroristas, que pretenden sembrar el odio entre musulmanes y cristianos, como es el caso de Boko-Haram, y otros grupos en todo lo largo y ancho del corredor del Sahel y norte de Nigeria. Hay también políticos, que, buscando sus propios intereses, siembran violencia y muerte calificándolas falsamente como “guerras religiosas”, así ocurrió en el caso de Mali y de la República Centroafricana.
Nuestros líderes religiosos, por fortuna, saben que el papel de la religión no es separar y sembrar el odio entre sus miembros. Hoy se reconoce que las distintas religiones deben unirse y luchar juntos sabiendo que la religión es un medio eficaz para lograr la paz y la reconciliación.
En África no abundan debates religiosos, ni encuentros de teólogos y otros foros tan comunes en el mundo occidental.
Tampoco ha habido grandes encuentros de líderes de distintas religiones que se hayan juntado para orar, como ha sido el caso de los encuentros de Asís en Italia. Sí hemos conocido, sin embargo, encuentros de diversos líderes que han proclamado juntos las injusticias y la corrupción de los políticos, y encuentros como los de la República Centroafricana durante la guerra cuando los líderes musulmanes se refugiaron en la casa del arzobispo de Bangui.
Nuestros líderes religiosos, en la gran mayoría de los casos, no pretenden cambiar las ideas de la gente acerca de sus creencias; lo que buscan es compartir en armonía su vida diaria y solucionar juntos los grandes retos que depara nuestra pobre realidad africana.
Grandes y pequeños proyectos inter-religiosos
Hay una importante coalición de actores de mucho peso, llamada TerrAfrica: sus asociados, entre los que están las más conocidas religiones del mundo, se dedican a gestionar los recursos naturales de África. En poco más de una década la coalición ha logrado superar importantes problemas causados por la degradación de tierras en la región subsahariana. Esta gestión tiene un impacto directo en el desarrollo de la región, ya que el 30% de los ingresos en las naciones al sur del Sahara se deriva de sus recursos forestales y ambientales.
A través de TerrAfrica, el Banco Mundial colabora con la Alianza de Religiones y Conservación (ARC) que apoyan decididamente la creación de paisajes más ecológicos en el Continente. Creada en el año 2005, la coalición tiene un nueva y ambiciosa iniciativa: recuperar 100 millones de hectáreas de tierras degradadas en los próximos 10 años. Iniciativa que aliviará las necesidades alimentarias de millones de habitantes en la región.
Tan importantes como estos macro-proyectos, o incluso más, para que los miembros de las diversas familias religiosas compartan sus inquietudes y se conozcan mejor son las jornadas del voluntariado, que se practican en áreas rurales. Se trata de días señalados, incluso semanas, en los que todo el pueblo coopera en pequeños proyectos locales: construcción o arreglo de edificios oficiales, como hospitales y escuelas. Abre nuevos caminos entre pueblo y pueblo. Construye puentes para poder cruzar los ríos en tiempo de lluvias.
Es un ecumenismo y diálogo religioso en acción. El trabajo en común y el interés por el bienestar de la sociedad hace que los miembros de las distintas religiones se conozcan mejor y se mantengan más unidos.