

La guerra en Ucrania, justo cuando el mundo empezaba a superar las graves consecuencias sanitarias y económicas del Covid-19, golpea con fuerza la estabilidad económica de los países más pobres del mundo.
La producción de grano ha disminuido considerablemente en Ucrania y la flota rusa, que bloquea el mar Negro, dificulta la exportación de lo que se cultiva. Aunque las batallas se dan en Ucrania podemos hablar ya de una guerra «mundial». Probablemente morirán más personas en África que en Ucrania misma como consecuencia de esta guerra
Fuerte dependencia alimentaria
Mientras el mundo occidental mide el impacto de esta guerra en décimas de subidas de inflación, en África lo medimos en cientos de miles de muertes por hambre. Tenemos ya 18 países africanos que sufren, de manera grave, los efectos de la guerra de Ucrania. Tan solo en las naciones del Cuerno de África 350.000 niñ@s están ya en peligro de muerte.
Nuestros países importaron de Rusia y Ucrania por valor de unos 7.000 millones de dólares en productos agrícolas en el año 2020. Casi el 90% de esas importaciones eran trigo, maíz y aceite de girasol. Los principales importadores del continente fueron Egipto, Sudán, Nigeria, Tanzania, Kenia y Sudáfrica.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA), un programa de la ONU para alimentar a personas refugiadas, desplazadas o víctimas de otras catástrofes, da de comer cada día a 125 millones de personas, que de otra manera fallecerían de hambre. Ucrania era desde hace varios años el mayor abastecedor de alimentos para PMA. También Rusia era uno de sus proveedores.
Hoy el cierre de los puertos del mar Negro y las fuertes sanciones, que el occidente ha impuesto a Rusia, bloquean la salida de más de 13 millones de toneladas de trigo y 16 millones de toneladas de maíz. Mientras no llegue el alimento programas como el PMA se verán obligadas a reducir las raciones, ya de por sí escasas.
Algunas naciones, como Etiopía, Nigeria y Sudáfrica, han impuesto controles a los precios de su mercado interno y también restricciones a sus exportaciones. Otras, como Malawi, Zambia y Uganda ofrecen subsidios en efectivo a los grupos más vulnerables. Con tan fuerte aumento de los precios del combustible y la energía será muy difícil para estos países seguir aplicando tales políticas.
Son demasiados los países africanos en vías de desarrollo que dependen de los granos de Ucrania y Rusia. La escasez de alimentos y la subida de los precios condenarán al hambre a millares y millares de nuestras familias.
Más allá de las muertes y el sufrimiento humano, que los bombardeos rusos están infligiendo al pueblo ucraniano en su propia tierra, el conflicto amenaza con elevar nuestras cifras del hambre a niveles de la II guerra mundial.
Otros impactos socio-económicos
El Covid-19, la guerra de Ucrania, y las sanciones impuestas a Rusia por los países occidentales han desestabilizado del todo el mapa energético y las perspectivas de crecimiento económico de nuestros países. Las naciones de la UE buscan sin descanso fuentes alternativas a los combustibles y al gas que antes les proporcionaba Rusia.
Las naciones productoras de petróleo y de gas, tanto del norte como del sur de África, sacan mucho más rentabilidad vendiendo sus productos a Europa que vendiéndolos en los mercados locales. Lo que ha motivado unas subidas de precio desorbitados de la energía que utilizamos cada día.
Argelia produce 53.878 millones de m3 de gas y Nigeria 27.210 millones de m3 al año. Hay unos 35 países más en el continente, que también producen un bonito número de metros cúbicos. Buena parte del gas africano se exporta ya a Europa ¿Qué será en los próximos años? Cuando Europa pueda deshacerse de toda la cantidad del gas ruso, necesitará toda nuestra producción africana y mucho más. ¿Podrá África abastecerse de su propio gas?
Acceso a la electricidad
El porcentaje global de personas con acceso a la electricidad estaba en constante crecimiento, el 90% de la población del mundo gozaba ya de este servicio el año 2020. Este ritmo de crecimiento ha sufrido un penoso parón con la epidemia del Covid-19 y ahora con la invasión rusa a Ucrania. Las interrupciones en las cadenas de suministro, el desvío de recursos fiscales y la subida de precios han hecho imposible que se cumplieran las previsiones de una electrificación completa para el año 2030.
En nuestras tierras africanas no solo se ha paralizado el progreso en la electrificación de las zonas rurales, incluso en los centros urbanos miles y miles de personas, que gozaban del servicio desde hace años, hoy no pueden costear las facturas de fin de mes y se quedan a oscuras.
En África subsahariana unas 680 millones de personas permanecerán sin acceso a la electricidad en el año 2030. El ritmo actual de la electrificación rural es menor al ritmo de crecimiento de la población. Un 40% de la población subsahariana todavía cocina con combustibles perjudiciales para su salud y perjudiciales también al medio ambiente.
Para África, bendecida con el calor del sol los 365 días del año, el acceso a una energía solar renovable, sostenible y moderna se ha convertido en sueño irrealizable.
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La guerra en Ucrania, justo cuando el mundo empezaba a superar las graves consecuencias sanitarias y económicas del Covid-19, golpea con fuerza la estabilidad económica de los países más pobres del mundo.
La producción de grano ha disminuido considerablemente en Ucrania y la flota rusa, que bloquea el mar Negro, dificulta la exportación de lo que se cultiva. Aunque las batallas se dan en Ucrania podemos hablar ya de una guerra «mundial». Probablemente morirán más personas en África que en Ucrania misma como consecuencia de esta guerra
Fuerte dependencia alimentaria
Mientras el mundo occidental mide el impacto de esta guerra en décimas de subidas de inflación, en África lo medimos en cientos de miles de muertes por hambre. Tenemos ya 18 países africanos que sufren, de manera grave, los efectos de la guerra de Ucrania. Tan solo en las naciones del Cuerno de África 350.000 niñ@s están ya en peligro de muerte.
Nuestros países importaron de Rusia y Ucrania por valor de unos 7.000 millones de dólares en productos agrícolas en el año 2020. Casi el 90% de esas importaciones eran trigo, maíz y aceite de girasol. Los principales importadores del continente fueron Egipto, Sudán, Nigeria, Tanzania, Kenia y Sudáfrica.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA), un programa de la ONU para alimentar a personas refugiadas, desplazadas o víctimas de otras catástrofes, da de comer cada día a 125 millones de personas, que de otra manera fallecerían de hambre. Ucrania era desde hace varios años el mayor abastecedor de alimentos para PMA. También Rusia era uno de sus proveedores.
Hoy el cierre de los puertos del mar Negro y las fuertes sanciones, que el occidente ha impuesto a Rusia, bloquean la salida de más de 13 millones de toneladas de trigo y 16 millones de toneladas de maíz. Mientras no llegue el alimento programas como el PMA se verán obligadas a reducir las raciones, ya de por sí escasas.
Algunas naciones, como Etiopía, Nigeria y Sudáfrica, han impuesto controles a los precios de su mercado interno y también restricciones a sus exportaciones. Otras, como Malawi, Zambia y Uganda ofrecen subsidios en efectivo a los grupos más vulnerables. Con tan fuerte aumento de los precios del combustible y la energía será muy difícil para estos países seguir aplicando tales políticas.
Son demasiados los países africanos en vías de desarrollo que dependen de los granos de Ucrania y Rusia. La escasez de alimentos y la subida de los precios condenarán al hambre a millares y millares de nuestras familias.
Más allá de las muertes y el sufrimiento humano, que los bombardeos rusos están infligiendo al pueblo ucraniano en su propia tierra, el conflicto amenaza con elevar nuestras cifras del hambre a niveles de la II guerra mundial.
Otros impactos socio-económicos
El Covid-19, la guerra de Ucrania, y las sanciones impuestas a Rusia por los países occidentales han desestabilizado del todo el mapa energético y las perspectivas de crecimiento económico de nuestros países. Las naciones de la UE buscan sin descanso fuentes alternativas a los combustibles y al gas que antes les proporcionaba Rusia.
Las naciones productoras de petróleo y de gas, tanto del norte como del sur de África, sacan mucho más rentabilidad vendiendo sus productos a Europa que vendiéndolos en los mercados locales. Lo que ha motivado unas subidas de precio desorbitados de la energía que utilizamos cada día.
Argelia produce 53.878 millones de m3 de gas y Nigeria 27.210 millones de m3 al año. Hay unos 35 países más en el continente, que también producen un bonito número de metros cúbicos. Buena parte del gas africano se exporta ya a Europa ¿Qué será en los próximos años? Cuando Europa pueda deshacerse de toda la cantidad del gas ruso, necesitará toda nuestra producción africana y mucho más. ¿Podrá África abastecerse de su propio gas?
Acceso a la electricidad
El porcentaje global de personas con acceso a la electricidad estaba en constante crecimiento, el 90% de la población del mundo gozaba ya de este servicio el año 2020. Este ritmo de crecimiento ha sufrido un penoso parón con la epidemia del Covid-19 y ahora con la invasión rusa a Ucrania. Las interrupciones en las cadenas de suministro, el desvío de recursos fiscales y la subida de precios han hecho imposible que se cumplieran las previsiones de una electrificación completa para el año 2030.
En nuestras tierras africanas no solo se ha paralizado el progreso en la electrificación de las zonas rurales, incluso en los centros urbanos miles y miles de personas, que gozaban del servicio desde hace años, hoy no pueden costear las facturas de fin de mes y se quedan a oscuras.
En África subsahariana unas 680 millones de personas permanecerán sin acceso a la electricidad en el año 2030. El ritmo actual de la electrificación rural es menor al ritmo de crecimiento de la población. Un 40% de la población subsahariana todavía cocina con combustibles perjudiciales para su salud y perjudiciales también al medio ambiente.
Para África, bendecida con el calor del sol los 365 días del año, el acceso a una energía solar renovable, sostenible y moderna se ha convertido en sueño irrealizable.