

Emerson Mnangagwa era vicepresidente del país desde el 2014. Fue relegado de su posición en noviembre del 2017 por el mismo Mugabe y se refugió en Sudáfrica. Los militares le invitaron a que volviera del exilio y se instaló como presidente interino, con la firme promesa de organizar cuanto antes unas elecciones libres en la nación. En julio del 2018, en la votación final consiguió el 50.8% de los votos, mientras Nelson Chamisa del partido MDC obtuvo el 44.3%.
La población de Zimbabwe alcanza casi los 15.000.000. Políticamente está dividida en dos partidos: ZANU-PF y MDC, ambos muy extendidos a través del país. A pesar del enorme desgaste del partido gobernante su nuevo líder, obtuvo los votos necesarios para alzarse con el poder. Los analistas políticos, tanto locales como extranjeros, y buena parte de la población temían que el nuevo presidente siguiera los pasos de su antiguo amigo –y luego adversario– Mugabe. Los temores de ayer son hoy una penosa realidad.
Covid-19 y hambre en el país
Si lo comparamos con Europa y el resto del mundo el Covid-19 ha sido muy benigno con el continente africano. Hasta julio de este año apenas se contabilizaron unas pocas personas contagiadas en Zimbabwe. Desde el 8 de julio hasta 30 de diciembre las autoridades han reportado 12.974 contagios, 10.468 de ellos se han curado y 343 personas han fallecido por el virus.
Siguiendo las directrices del OMS el presidente Mnangawa decretó, en marzo del 2020, un confinamiento de 21 días, prorrogado más tarde por dos semanas más. El cierre de mercados y la mayoría de los negocios agravó la precaria situación del país. Pese a las órdenes del gobierno mucha gente desafió el confinamiento y tuvo que salir a la calle para sobrevivir.
El Covid-19 -y el confinamiento en particular – se han añadido a la hambruna que ya en abril del 2020 sufrían más del 50% de la población del país. Según el PMA (programa mundial de alimentos) más del 80% de la población sufre ahora una dolorosa inseguridad alimentaria; se necesitarían en opinión de los expertos más de 150.000.000 de dólares para aliviar la hambruna hasta fin de año.
El gobierno, liderado por Mnangagwa, no tiene los millones necesarios para encarar la situación. La desaceleración de la economía mundial a lo largo del año tiene un enorme efecto negativo en la economía de la república. Aunque como país no hayamos sufrido muchos casos de Covid-19, los precios de nuestras exportaciones clave han caído sensiblemente mientras ha subido ya el precio de las importaciones. Mientras los políticos proclaman que lidiarán adecuadamente la pandemia, los profesionales de la sanidad pública denuncian la falta de material necesario. Lo peor de la situación es que nuestros gobernantes, lejos de ayudar a su población hambrienta, alimentan la corrupción. Hoy se persigue a líderes civiles y a la prensa, que denuncian la corrupción y las mentiras del gobierno, lo mismo que sucedía en tiempo de Mugabe.
Carta pastoral de los Obispos Católicos
La población de Zimbabwe ha sufrido durante largos meses la creciente corrupción de sus políticos y la represión injusta del gobierno de Emerson Mnangagwa contra quienes denuncian la situación.
Todas las Familias Cristianas del país formaron una plataforma, desde la que denunciar la corrupción y la violencia de sus gobernantes. Pusieron en marcha el sologan: Zimbabwen Lives Matter (Sí cuentan las Vidas de la población de Zimbabwe) haciéndose eco de las huelgas contra los policías en USA bajo el lema: Black Lives Matter (Las Vidas Negras Cuentan).
El 14 de agosto los siete Obispos de la Iglesia Católica en el país distribuyeron una valiente Carta Pastoral, titulada: «Reconstruyamos la esperanza de un futuro mejor». En ella recogen la reciente historia de su país: resaltan los éxitos iniciales del régimen de Robert Mugabe, al igual que sus años de tiranía y crueldad.
La Carta describe en detalle cómo se alegró el pueblo con el cambio de Mugabe a Mnangagwa y el comienzo de una segunda república tras las elecciones del 2018. Tenemos que volver al espíritu de aquel noviembre, cuando prevalecieron las esperanzas de un futuro mejor. No podemos frustrar la ilusión y las esperanzas de un cambio a mejor que tanto entusiasmo suscitó en nuestro pueblo.
La carta condena, con claridad meridiana, la situación del momento:
«Estamos profundamente preocupados por las noticias de incursiones nocturnas de hombres enmascarados desconocidos que hostigan, golpean, secuestran, torturan y cometen agresiones sexuales contra personas que consideran disidentes. Preocupados también por la represión violenta de las manifestaciones por parte de la policía».
Lo que más duele a los nuevos políticos es la clara alusión que los obispos hacen al acusarlos de seguir los mismos pasos y usando el mismo lenguaje que proclamaba el tirano predecesor Mugabe. No nos queda claro, dicen, si nuestros líderes tienen el conocimiento y la habilidad para abordar los problemas que nos acucian, para añadir literalmente: «Todo lo que hacen es culpar a los extranjeros, al colonialismo, a los colonos blancos y a los llamados críticos internos». w
Lo que más duele a los nuevos políticos es la clara alusión que los obispos hacen al acusarlos de seguir los mismos pasos y usando el mismo lenguaje que proclamaba el tirano predecesor Mugabe. No nos queda claro, dicen, si nuestros líderes tienen el conocimiento y la habilidad para abordar los problemas que nos acucian, para añadir literalmente: «Todo lo que hacen es culpar a los extranjeros, al colonialismo, a los colonos blancos y a los llamados críticos internos».
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Emerson Mnangagwa era vicepresidente del país desde el 2014. Fue relegado de su posición en noviembre del 2017 por el mismo Mugabe y se refugió en Sudáfrica. Los militares le invitaron a que volviera del exilio y se instaló como presidente interino, con la firme promesa de organizar cuanto antes unas elecciones libres en la nación. En julio del 2018, en la votación final consiguió el 50.8% de los votos, mientras Nelson Chamisa del partido MDC obtuvo el 44.3%.
La población de Zimbabwe alcanza casi los 15.000.000. Políticamente está dividida en dos partidos: ZANU-PF y MDC, ambos muy extendidos a través del país. A pesar del enorme desgaste del partido gobernante su nuevo líder, obtuvo los votos necesarios para alzarse con el poder. Los analistas políticos, tanto locales como extranjeros, y buena parte de la población temían que el nuevo presidente siguiera los pasos de su antiguo amigo –y luego adversario– Mugabe. Los temores de ayer son hoy una penosa realidad.
Covid-19 y hambre en el país
Si lo comparamos con Europa y el resto del mundo el Covid-19 ha sido muy benigno con el continente africano. Hasta julio de este año apenas se contabilizaron unas pocas personas contagiadas en Zimbabwe. Desde el 8 de julio hasta 30 de diciembre las autoridades han reportado 12.974 contagios, 10.468 de ellos se han curado y 343 personas han fallecido por el virus.
Siguiendo las directrices del OMS el presidente Mnangawa decretó, en marzo del 2020, un confinamiento de 21 días, prorrogado más tarde por dos semanas más. El cierre de mercados y la mayoría de los negocios agravó la precaria situación del país. Pese a las órdenes del gobierno mucha gente desafió el confinamiento y tuvo que salir a la calle para sobrevivir.
El Covid-19 -y el confinamiento en particular – se han añadido a la hambruna que ya en abril del 2020 sufrían más del 50% de la población del país. Según el PMA (programa mundial de alimentos) más del 80% de la población sufre ahora una dolorosa inseguridad alimentaria; se necesitarían en opinión de los expertos más de 150.000.000 de dólares para aliviar la hambruna hasta fin de año.
El gobierno, liderado por Mnangagwa, no tiene los millones necesarios para encarar la situación. La desaceleración de la economía mundial a lo largo del año tiene un enorme efecto negativo en la economía de la república. Aunque como país no hayamos sufrido muchos casos de Covid-19, los precios de nuestras exportaciones clave han caído sensiblemente mientras ha subido ya el precio de las importaciones. Mientras los políticos proclaman que lidiarán adecuadamente la pandemia, los profesionales de la sanidad pública denuncian la falta de material necesario. Lo peor de la situación es que nuestros gobernantes, lejos de ayudar a su población hambrienta, alimentan la corrupción. Hoy se persigue a líderes civiles y a la prensa, que denuncian la corrupción y las mentiras del gobierno, lo mismo que sucedía en tiempo de Mugabe.
Carta pastoral de los Obispos Católicos
La población de Zimbabwe ha sufrido durante largos meses la creciente corrupción de sus políticos y la represión injusta del gobierno de Emerson Mnangagwa contra quienes denuncian la situación.
Todas las Familias Cristianas del país formaron una plataforma, desde la que denunciar la corrupción y la violencia de sus gobernantes. Pusieron en marcha el sologan: Zimbabwen Lives Matter (Sí cuentan las Vidas de la población de Zimbabwe) haciéndose eco de las huelgas contra los policías en USA bajo el lema: Black Lives Matter (Las Vidas Negras Cuentan).
El 14 de agosto los siete Obispos de la Iglesia Católica en el país distribuyeron una valiente Carta Pastoral, titulada: «Reconstruyamos la esperanza de un futuro mejor». En ella recogen la reciente historia de su país: resaltan los éxitos iniciales del régimen de Robert Mugabe, al igual que sus años de tiranía y crueldad.
La Carta describe en detalle cómo se alegró el pueblo con el cambio de Mugabe a Mnangagwa y el comienzo de una segunda república tras las elecciones del 2018. Tenemos que volver al espíritu de aquel noviembre, cuando prevalecieron las esperanzas de un futuro mejor. No podemos frustrar la ilusión y las esperanzas de un cambio a mejor que tanto entusiasmo suscitó en nuestro pueblo.
La carta condena, con claridad meridiana, la situación del momento:
«Estamos profundamente preocupados por las noticias de incursiones nocturnas de hombres enmascarados desconocidos que hostigan, golpean, secuestran, torturan y cometen agresiones sexuales contra personas que consideran disidentes. Preocupados también por la represión violenta de las manifestaciones por parte de la policía».
Lo que más duele a los nuevos políticos es la clara alusión que los obispos hacen al acusarlos de seguir los mismos pasos y usando el mismo lenguaje que proclamaba el tirano predecesor Mugabe. No nos queda claro, dicen, si nuestros líderes tienen el conocimiento y la habilidad para abordar los problemas que nos acucian, para añadir literalmente: «Todo lo que hacen es culpar a los extranjeros, al colonialismo, a los colonos blancos y a los llamados críticos internos». w
Lo que más duele a los nuevos políticos es la clara alusión que los obispos hacen al acusarlos de seguir los mismos pasos y usando el mismo lenguaje que proclamaba el tirano predecesor Mugabe. No nos queda claro, dicen, si nuestros líderes tienen el conocimiento y la habilidad para abordar los problemas que nos acucian, para añadir literalmente: «Todo lo que hacen es culpar a los extranjeros, al colonialismo, a los colonos blancos y a los llamados críticos internos».
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