

Monseñor Marie Fabien, ¿desde cuándo dura la extraordinaria sequía del sur de Madagascar?
La sequía en el sur de Madagascar data de muchos años atrás. Es permanente. Se va extendiendo cada año, y está siendo muy dura los últimos quince años. Obliga a las poblaciones a dejar sus aldeas para venir a nuestra región y diócesis, que está también en el suroeste de Madagascar.
Siguen llegando, y acampan sobre todo en la selva o al borde del mar. Los que se establecen en la selva viven de la producción de carbón vegetal, que venden a lo largo de la carretera. También talan y queman el bosque o el boscaje para cultivar el maíz o las aráquidas. Venden los productos a la fábrica de cerveza o a empresas chinas, que los exportan al exterior. Esta práctica devasta de manera alarmante nuestra selva virgen con sus animales endémicos y con las flores y mieles silvestres. Corremos el riesgo de perder cantidad de hectáreas de bosque, con lo que nuestra región está también más expuesta a convertirse en desierto.
Con la desaparición del bosque disminuye fuertemente la cantidad de lluvia. Los ríos están secos. Las lluvias llevan ya el retraso de más de un mes. Esto tendrá un impacto enorme en la producción agrícola.
Nosotros no tenemos otra elección: tenemos que acoger a los inmigrantes, que sufren demasiado caminando a pie 1000 km, o viniendo por mar, con el peligro de un accidente de barco. Ya se dan ahora unas cincuenta víctimas cada año.
¿Cuáles son los efectos económicos y sociales de la sequía en la población?
Tienen hambre y mueren de hambre, sobre todo los niños y las mujeres encintas, y muchos enfermos. Naturalmente, también mueren los animales a consecuencia de la terrible sequía.
Surgen conflictos entre los inmigrantes y los autóctonos. Porque los inmigrantes se establecen en la selva y, como he dicho, la van quemando para la fabricación de carbón o para el cultivo del maíz y del cacahuete y otros. La población autóctona se ve privada de animales silvestres para su alimentación (los cerdos salvajes o los patos silvestres). Con los ríos secos desparece también la pesca fluvial. La quema del bosque comporta también la pérdida de los árboles y plantas medicinales. La medicina científica es muy cara, y la tradicional se quema.
En las aldeas son frecuentes los casos de robos de bueyes y de otros animales domésticos, y también se da el desvalijamiento de las viviendas y, desgraciadamente, hasta el ataque mortal.
Son muchos los inmigrantes que se encuentran en prisión. Por ejemplo, nuestra prisión que tiene una capacidad para 120 personas, está saturada con 850 prisioneros, de los que la mayor parte son inmigrantes: es común que se los encarcele porque se toman productos agrícolas al transitar por el camino, o porque no tienen documento de identidad, que es motivo de arresto.
Los niños no van a la escuela, se esconden en la selva, o carecen de acta de nacimiento, y muchos de ellos no tienen padre ni madre. El número de menores en la prisión va en aumento, porque roban, o porque son agresivos de pura hambre.
¿Cuántos pueden ser los emigrantes llegados a vuestra región y diócesis?
Según la estadística recogida en bastantes municipios, son más de 60.000. El número va creciendo cada año. Vienen a establecerse en las aldeas de familias conocidas, o han creado ellos mismos muchas aldeas nuevas.
¿Qué les podéis ofrecer?
Nos hemos acercado a ellos, para escucharlos. Hemos constatado su sufrimiento. Nuestra mirada hacia ellos cambia, y con nuestro cambio cambian también las tribus autóctonas del lugar. Los inmigrantes no son ya enemigos, sino hermanos pobres que buscan la vida. Nuestra misión es la gestión del conflicto entre las tribus que cohabitan en la misma zona. Hay que establecer el respeto mutuo.
Hemos ayudado a sus poblaciones a crear nuevos espacios cultivables como arrozales. Hemos dado 2 kilos por persona y por día para que caven canales que permitan el riego de 8.000 ha. Se han cavado más de 100 km a mano. Durante la estación de lluvia, en la que el río se llena de agua, tendremos así la posibilidad de cultivar arroz.
En la selva destruida se puede cultivar maíz y aráquidas. Nuestra diócesis distribuye la semilla de siembra, y ellos nos devuelven la cantidad recibida para que la volvamos a dar en la siguiente estación.
Tenemos nuestro centro de viveros para obtener plantones, que se trasplantan en los espacios vacíos. Son árboles para sombra y árboles frutales y medicinales.
De nuestra granja de cría de cerdos se les han distribuido cerditos a ganaderos pobres, y se han regalado 400 a familias pobres para su cría en la familia. También se han dado pollos y patos para su cría en las familias.
¿Se ha referido a los niños desescolarizados?
Sí. Para ellos hemos construido escuelas en las aldeas de los inmigrantes. El proyecto incluye la perforación de pozos para que los niños tengan agua de beber y también agua de regadío para los árboles de alrededor de nuestras escuelas. Son más de 50 escuelas. Dentro de este proyecto educativo, ayudamos a las familias en la obtención del acta de nacimiento de sus hijos. Hay ya 6.000 niños que tienen su acta de nacimiento. También ayudamos a los padres para que se hagan con su documento de identidad. Gracias a estas escuelas, los niños de diferentes tribus viven juntos, y también sus padres.
La diócesis ha hecho diligencias para conseguir una parte del terreno demanial, que ocupa mucho espacio, con el fin de ponerlo a disposición de los desplazados. Se han construido un hospital y cinco centros de salud, con la colaboración de congregaciones religiosas misioneras, centros que se abren a los inmigrantes. Muchas de las facturas de las medicinas las abona la diócesis. Se ha abierto también una clínica dental, habiendo observado que estos inmigrantes en general continúan trabajando a pesar de estar sufriendo de su mala dentadura.
¿Cómo está la situación en las prisiones donde la mayoría son inmigrantes? También habéis construido viviendas para los inmigrantes.
Hemos ampliado los edificios de las dos prisiones, donde dos tercios de los reclusos son inmigrantes: en una se han construido tres grandes salas con WC y ducha. En la otra se ha levantado un espacioso cercado, de modo que los prisioneros pueden al menos moverse más holgadamente. Se les distribuye comida y medicamentos. Una congregación religiosa ha donado 300 colchones. Pero también se han podido construir algunas casas para los inmigrantes (35 casas de 8.000 euros cada una). Y se han excavado algunos pozos en sus aldeas.
Todos estos proyectos lo habéis realizado, sin duda, con ayuda internacional.
Trabajamos con nuestra Caritas, y pedimos ayuda y trabajamos con colaboradores de todas partes, según posibilidades de persones y entidades. Todo es bien venido. Por ejemplo, Manos Unidas nos ayuda a construir escuelas y pozos (una o dos escuelas cada año). Una familia nos ha donado dos centros de salud y cuatro escuelas. Dirigimos solicitudes un poco por todas partes.
Debo señalar que hemos conseguido la presencia de numerosas congregaciones religiosas para aldeas en que habitan los inmigrantes. Treinta congregaciones en diez años, construyendo cerca de cuarenta casas religiosas. Su aportación en todo este proyecto espiritual y social es enorme. Hay obras que sencillamente están bajo su responsabilidad.
Y considero también importante para toda la animación del proyecto la presencia de los Centros de espiritualidad, y de la vida contemplativa, hasta ahora de las Hermanas, y ya comenzando la de los Hermanos.
¿Colabora vuestra autoridad civil?
La autoridad civil nos ayuda en los trámites para conseguir el documento de identidad y el acta de nacimiento. Nosotros tenemos que pagar el papel y el desplazamiento de los funcionarios que se ocupan de este proyecto. Es caro pero posible. Siempre necesitamos arroz para ayudar a estos pobres. Ya me he referido a una parte de su distribución como salario del trabajo comunitario. Tenemos en espera 20 personas que precisan operación quirúrgica. Una veintena de aldeas nos están pidiendo excavaciones de pozos de agua. Hay aldeas que tienen el agua a 15 km, o más lejos. El agua es cara.
Gracias, y feliz Año Nuevo. Cada día es providencia y milagro.
Nosotros apuntamos al margen algunas otras obras en el haber de la diócesis en estos años: La creación de la universidad católica con cinco facultades. La inauguración, en el año 2021, de cuatro liceos en relación con la universidad, con dotación anual de becas. El nuevo seminario diocesano. La Co-catedral de Miandrivazo, inaugurada en 2021, requerida por razones históricas y pastorales (a 300 km. de Morondava).
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Monseñor Marie Fabien, ¿desde cuándo dura la extraordinaria sequía del sur de Madagascar?
La sequía en el sur de Madagascar data de muchos años atrás. Es permanente. Se va extendiendo cada año, y está siendo muy dura los últimos quince años. Obliga a las poblaciones a dejar sus aldeas para venir a nuestra región y diócesis, que está también en el suroeste de Madagascar.
Siguen llegando, y acampan sobre todo en la selva o al borde del mar. Los que se establecen en la selva viven de la producción de carbón vegetal, que venden a lo largo de la carretera. También talan y queman el bosque o el boscaje para cultivar el maíz o las aráquidas. Venden los productos a la fábrica de cerveza o a empresas chinas, que los exportan al exterior. Esta práctica devasta de manera alarmante nuestra selva virgen con sus animales endémicos y con las flores y mieles silvestres. Corremos el riesgo de perder cantidad de hectáreas de bosque, con lo que nuestra región está también más expuesta a convertirse en desierto.
Con la desaparición del bosque disminuye fuertemente la cantidad de lluvia. Los ríos están secos. Las lluvias llevan ya el retraso de más de un mes. Esto tendrá un impacto enorme en la producción agrícola.
Nosotros no tenemos otra elección: tenemos que acoger a los inmigrantes, que sufren demasiado caminando a pie 1000 km, o viniendo por mar, con el peligro de un accidente de barco. Ya se dan ahora unas cincuenta víctimas cada año.
¿Cuáles son los efectos económicos y sociales de la sequía en la población?
Tienen hambre y mueren de hambre, sobre todo los niños y las mujeres encintas, y muchos enfermos. Naturalmente, también mueren los animales a consecuencia de la terrible sequía.
Surgen conflictos entre los inmigrantes y los autóctonos. Porque los inmigrantes se establecen en la selva y, como he dicho, la van quemando para la fabricación de carbón o para el cultivo del maíz y del cacahuete y otros. La población autóctona se ve privada de animales silvestres para su alimentación (los cerdos salvajes o los patos silvestres). Con los ríos secos desparece también la pesca fluvial. La quema del bosque comporta también la pérdida de los árboles y plantas medicinales. La medicina científica es muy cara, y la tradicional se quema.
En las aldeas son frecuentes los casos de robos de bueyes y de otros animales domésticos, y también se da el desvalijamiento de las viviendas y, desgraciadamente, hasta el ataque mortal.
Son muchos los inmigrantes que se encuentran en prisión. Por ejemplo, nuestra prisión que tiene una capacidad para 120 personas, está saturada con 850 prisioneros, de los que la mayor parte son inmigrantes: es común que se los encarcele porque se toman productos agrícolas al transitar por el camino, o porque no tienen documento de identidad, que es motivo de arresto.
Los niños no van a la escuela, se esconden en la selva, o carecen de acta de nacimiento, y muchos de ellos no tienen padre ni madre. El número de menores en la prisión va en aumento, porque roban, o porque son agresivos de pura hambre.
¿Cuántos pueden ser los emigrantes llegados a vuestra región y diócesis?
Según la estadística recogida en bastantes municipios, son más de 60.000. El número va creciendo cada año. Vienen a establecerse en las aldeas de familias conocidas, o han creado ellos mismos muchas aldeas nuevas.
¿Qué les podéis ofrecer?
Nos hemos acercado a ellos, para escucharlos. Hemos constatado su sufrimiento. Nuestra mirada hacia ellos cambia, y con nuestro cambio cambian también las tribus autóctonas del lugar. Los inmigrantes no son ya enemigos, sino hermanos pobres que buscan la vida. Nuestra misión es la gestión del conflicto entre las tribus que cohabitan en la misma zona. Hay que establecer el respeto mutuo.
Hemos ayudado a sus poblaciones a crear nuevos espacios cultivables como arrozales. Hemos dado 2 kilos por persona y por día para que caven canales que permitan el riego de 8.000 ha. Se han cavado más de 100 km a mano. Durante la estación de lluvia, en la que el río se llena de agua, tendremos así la posibilidad de cultivar arroz.
En la selva destruida se puede cultivar maíz y aráquidas. Nuestra diócesis distribuye la semilla de siembra, y ellos nos devuelven la cantidad recibida para que la volvamos a dar en la siguiente estación.
Tenemos nuestro centro de viveros para obtener plantones, que se trasplantan en los espacios vacíos. Son árboles para sombra y árboles frutales y medicinales.
De nuestra granja de cría de cerdos se les han distribuido cerditos a ganaderos pobres, y se han regalado 400 a familias pobres para su cría en la familia. También se han dado pollos y patos para su cría en las familias.
¿Se ha referido a los niños desescolarizados?
Sí. Para ellos hemos construido escuelas en las aldeas de los inmigrantes. El proyecto incluye la perforación de pozos para que los niños tengan agua de beber y también agua de regadío para los árboles de alrededor de nuestras escuelas. Son más de 50 escuelas. Dentro de este proyecto educativo, ayudamos a las familias en la obtención del acta de nacimiento de sus hijos. Hay ya 6.000 niños que tienen su acta de nacimiento. También ayudamos a los padres para que se hagan con su documento de identidad. Gracias a estas escuelas, los niños de diferentes tribus viven juntos, y también sus padres.
La diócesis ha hecho diligencias para conseguir una parte del terreno demanial, que ocupa mucho espacio, con el fin de ponerlo a disposición de los desplazados. Se han construido un hospital y cinco centros de salud, con la colaboración de congregaciones religiosas misioneras, centros que se abren a los inmigrantes. Muchas de las facturas de las medicinas las abona la diócesis. Se ha abierto también una clínica dental, habiendo observado que estos inmigrantes en general continúan trabajando a pesar de estar sufriendo de su mala dentadura.
¿Cómo está la situación en las prisiones donde la mayoría son inmigrantes? También habéis construido viviendas para los inmigrantes.
Hemos ampliado los edificios de las dos prisiones, donde dos tercios de los reclusos son inmigrantes: en una se han construido tres grandes salas con WC y ducha. En la otra se ha levantado un espacioso cercado, de modo que los prisioneros pueden al menos moverse más holgadamente. Se les distribuye comida y medicamentos. Una congregación religiosa ha donado 300 colchones. Pero también se han podido construir algunas casas para los inmigrantes (35 casas de 8.000 euros cada una). Y se han excavado algunos pozos en sus aldeas.
Todos estos proyectos lo habéis realizado, sin duda, con ayuda internacional.
Trabajamos con nuestra Caritas, y pedimos ayuda y trabajamos con colaboradores de todas partes, según posibilidades de persones y entidades. Todo es bien venido. Por ejemplo, Manos Unidas nos ayuda a construir escuelas y pozos (una o dos escuelas cada año). Una familia nos ha donado dos centros de salud y cuatro escuelas. Dirigimos solicitudes un poco por todas partes.
Debo señalar que hemos conseguido la presencia de numerosas congregaciones religiosas para aldeas en que habitan los inmigrantes. Treinta congregaciones en diez años, construyendo cerca de cuarenta casas religiosas. Su aportación en todo este proyecto espiritual y social es enorme. Hay obras que sencillamente están bajo su responsabilidad.
Y considero también importante para toda la animación del proyecto la presencia de los Centros de espiritualidad, y de la vida contemplativa, hasta ahora de las Hermanas, y ya comenzando la de los Hermanos.
¿Colabora vuestra autoridad civil?
La autoridad civil nos ayuda en los trámites para conseguir el documento de identidad y el acta de nacimiento. Nosotros tenemos que pagar el papel y el desplazamiento de los funcionarios que se ocupan de este proyecto. Es caro pero posible. Siempre necesitamos arroz para ayudar a estos pobres. Ya me he referido a una parte de su distribución como salario del trabajo comunitario. Tenemos en espera 20 personas que precisan operación quirúrgica. Una veintena de aldeas nos están pidiendo excavaciones de pozos de agua. Hay aldeas que tienen el agua a 15 km, o más lejos. El agua es cara.
Gracias, y feliz Año Nuevo. Cada día es providencia y milagro.
Nosotros apuntamos al margen algunas otras obras en el haber de la diócesis en estos años: La creación de la universidad católica con cinco facultades. La inauguración, en el año 2021, de cuatro liceos en relación con la universidad, con dotación anual de becas. El nuevo seminario diocesano. La Co-catedral de Miandrivazo, inaugurada en 2021, requerida por razones históricas y pastorales (a 300 km. de Morondava).