

Esta «aventura» se hace realidad en un tiempo y lugar determinados. He aquí algunos rasgos de lo vivido en el Carmelo de Tánger (en Marruecos) durante esta Semana Santa 2024 ¡lo más precioso sigue siendo «el secreto del Rey»!
La archidiócesis de Tánger es bastante grande pero los cristianos son pocos; esto da a la Iglesia local un carácter particularmente familiar y también muy internacional porque casi todos los cristianos son extranjeros. La acogida en nuestro monasterio del nuevo nuncio apostólico en Marruecos, Mons. Alfred Xuereb, con nuestro arzobispo el sábado antes del Domingo de Ramos, nos ancló aún más en esta realidad eclesial en el umbral de la Semana Santa. La vida consagrada está bien representada en la ciudad de Tánger, con una decena de comunidades religiosas. Unos hermanos y hermanas se han unido a nosotras, especialmente para la celebración del Triduo Pascual en un clima de recogimiento y sencillez, hasta llegar a la alegría desbordante de la Vigilia Pascual. Una vez más nos hemos beneficiado de la calidad y disponibilidad de la pequeña comunidad franciscana presente en Tánger (frailes menores, ayudados este año por la presencia de un padre y fraile capuchino).
Marruecos es un Reino musulmán. Desde la terraza de nuestro monasterio podemos ver una veintena de minaretes de mezquitas (más fáciles de distinguir de noche, cuando están iluminados). «Presencia orante en medio de un pueblo orante», vivimos este año la Cuaresma y la Semana Santa mientras nuestros hermanos y hermanas musulmanes vivieron el Ramadán, un mes «sagrado» que muchos viven con autenticidad, asociando el ayuno, las donaciones y las celebraciones en familia, a la intensificación de su oración. Nos edifican en particular los ejemplos de nuestro jardinero. La llamada a la oración, cinco veces al día, nos ayuda también a recordar que Dios es grande – ¡» más grande»! – y regresar continuamente a Su presencia en acción de gracias y esperanza. Junto con nuestros vecinos, elevamos oraciones al Padre de todos, pidiéndole misericordia y paz.
El hecho de vivir en un ambiente árabe y musulmán y de pertenecer a una Federación que nos une a los Carmelos de Tierra Santa, Siria y Egipto, nos hacen especialmente sensibles a esta intención. No olvidamos que la Madre Teresa de la Sagrada Familia, fundadora de este Carmelo, quiso nuestra fundación (hace 90 años) especialmente con el propósito de orar por la paz.
Siendo una decena de hermanas (entre ellas dos en formación) procedentes de ocho países diferentes y de varias generaciones, también con la experiencia de tradiciones carmelitas a veces distintas, vivimos cada día la fatiga y la alegría acoger y construir la paz. En el silencio y la oración o en las interacciones cotidianas, encontramos invitaciones muy concretas a ejercer cada vez más la caridad…
A veces nos topamos con nuestros límites ¡lo cual alimenta nuestro deseo por el único Salvador y Su obra de Redención! «Mira estas heridas… Mira a Jesús en Su Rostro… Allí verás cómo nos ama.»
(Santa Teresa del Niño Jesús)
El sacramento de la Reconciliación es un momento destacado durante la Semana Santa para renacer en la alegría de la Pascua. Otro momento destacado: el lavado de los pies de cada hermana por parte de la Priora, el Jueves Santo, precedido este año de una ágape compartido en «Betania», y seguida de peticiones mutuas de perdón y expresiones de gratitud. Un viacrucis muy sobrio nos reunió en nuestra capilla el Viernes Santo; las que quisieron pudieron seguir el de Roma por la noche, uniéndose así a las intenciones del Santo Padre.
La conmemoración de la Cena del Señor seguida de la vigilia en el Monumento, la veneración de la Cruz, el silencio y la esperanza unidas a la Virgen María, finalmente, durante la Vigilia Pascual, la escucha de la historia de la Salvación a la luz de Cristo ante la celebración gozosa del Domingo de Resurrección nos ponen en comunión con los cristianos de todos los lugares y de todos los tiempos. Afuera llovía mucho y había fuertes vientos, pero dentro había luz: ¡Cristo ha resucitado, aleluya!
Al adelantarse la primavera, temíamos la falta de flores, ya que había tantas en el jardín desde el inicio de la Cuaresma, pero abundaban, hermosas y variadas en armoniosos ramos cerca del Monumento antes de rodear el cirio pascual y el altar de nuestra capilla, y también esparcidas en nuestro oratorio (llamado «Tienda del encuentro»), en el refectorio, etc. … ¡Porque lo que vivimos en la liturgia «colorea» nuestra vida cotidiana, ya sea la comida compartida en nuestro refectorio, la decoración o la «renovación» unida a las grandes limpiezas!…
Las circunstancias imprevistas de Dios también nos han guiado: una de nuestras hermanas mayores despertó el Domingo de Ramos con un dolor intenso. ¿Fue tal vez debido a una ventana que se dejó abierta durante la noche? De todos modos, no le fue posible levantarse durante esta Semana… Esto le llevó a vivirla de otra manera con su Esposo. La comunidad se organizó en consecuencia ¡Gracias a Dios, el lunes de Pascua nuestra hermana pudo volver a levantarse! Un pequeño grupo de España se unió a nuestro servicio del Viernes Santo, pero una joven no se encontraba bien; la homilía comenzó con los primeros auxilios (rápidamente recuperó el sentido…).
El sábado, el fuego previsto no despegó, pero un fuego muy pequeño fue suficiente para encender la llama del cirio pascual: Dios puede hacer grandes cosas – ¡Su obra de Salvación! – con muy pocos medios: ¿no es esto una parábola para nuestra misión en Tánger?
«Exultet de alegría, multitud de ángeles, exultad, siervos de Dios… Alegraos también, tierra nuestra, irradiada de tantos fuegos, porque Él os ha acogido en su fulgor y su reinado ha ahuyentado vuestra noche…» (Exultet).
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Esta «aventura» se hace realidad en un tiempo y lugar determinados. He aquí algunos rasgos de lo vivido en el Carmelo de Tánger (en Marruecos) durante esta Semana Santa 2024 ¡lo más precioso sigue siendo «el secreto del Rey»!
La archidiócesis de Tánger es bastante grande pero los cristianos son pocos; esto da a la Iglesia local un carácter particularmente familiar y también muy internacional porque casi todos los cristianos son extranjeros. La acogida en nuestro monasterio del nuevo nuncio apostólico en Marruecos, Mons. Alfred Xuereb, con nuestro arzobispo el sábado antes del Domingo de Ramos, nos ancló aún más en esta realidad eclesial en el umbral de la Semana Santa. La vida consagrada está bien representada en la ciudad de Tánger, con una decena de comunidades religiosas. Unos hermanos y hermanas se han unido a nosotras, especialmente para la celebración del Triduo Pascual en un clima de recogimiento y sencillez, hasta llegar a la alegría desbordante de la Vigilia Pascual. Una vez más nos hemos beneficiado de la calidad y disponibilidad de la pequeña comunidad franciscana presente en Tánger (frailes menores, ayudados este año por la presencia de un padre y fraile capuchino).
Marruecos es un Reino musulmán. Desde la terraza de nuestro monasterio podemos ver una veintena de minaretes de mezquitas (más fáciles de distinguir de noche, cuando están iluminados). «Presencia orante en medio de un pueblo orante», vivimos este año la Cuaresma y la Semana Santa mientras nuestros hermanos y hermanas musulmanes vivieron el Ramadán, un mes «sagrado» que muchos viven con autenticidad, asociando el ayuno, las donaciones y las celebraciones en familia, a la intensificación de su oración. Nos edifican en particular los ejemplos de nuestro jardinero. La llamada a la oración, cinco veces al día, nos ayuda también a recordar que Dios es grande – ¡» más grande»! – y regresar continuamente a Su presencia en acción de gracias y esperanza. Junto con nuestros vecinos, elevamos oraciones al Padre de todos, pidiéndole misericordia y paz.
El hecho de vivir en un ambiente árabe y musulmán y de pertenecer a una Federación que nos une a los Carmelos de Tierra Santa, Siria y Egipto, nos hacen especialmente sensibles a esta intención. No olvidamos que la Madre Teresa de la Sagrada Familia, fundadora de este Carmelo, quiso nuestra fundación (hace 90 años) especialmente con el propósito de orar por la paz.
Siendo una decena de hermanas (entre ellas dos en formación) procedentes de ocho países diferentes y de varias generaciones, también con la experiencia de tradiciones carmelitas a veces distintas, vivimos cada día la fatiga y la alegría acoger y construir la paz. En el silencio y la oración o en las interacciones cotidianas, encontramos invitaciones muy concretas a ejercer cada vez más la caridad…
A veces nos topamos con nuestros límites ¡lo cual alimenta nuestro deseo por el único Salvador y Su obra de Redención! «Mira estas heridas… Mira a Jesús en Su Rostro… Allí verás cómo nos ama.»
(Santa Teresa del Niño Jesús)
El sacramento de la Reconciliación es un momento destacado durante la Semana Santa para renacer en la alegría de la Pascua. Otro momento destacado: el lavado de los pies de cada hermana por parte de la Priora, el Jueves Santo, precedido este año de una ágape compartido en «Betania», y seguida de peticiones mutuas de perdón y expresiones de gratitud. Un viacrucis muy sobrio nos reunió en nuestra capilla el Viernes Santo; las que quisieron pudieron seguir el de Roma por la noche, uniéndose así a las intenciones del Santo Padre.
La conmemoración de la Cena del Señor seguida de la vigilia en el Monumento, la veneración de la Cruz, el silencio y la esperanza unidas a la Virgen María, finalmente, durante la Vigilia Pascual, la escucha de la historia de la Salvación a la luz de Cristo ante la celebración gozosa del Domingo de Resurrección nos ponen en comunión con los cristianos de todos los lugares y de todos los tiempos. Afuera llovía mucho y había fuertes vientos, pero dentro había luz: ¡Cristo ha resucitado, aleluya!
Al adelantarse la primavera, temíamos la falta de flores, ya que había tantas en el jardín desde el inicio de la Cuaresma, pero abundaban, hermosas y variadas en armoniosos ramos cerca del Monumento antes de rodear el cirio pascual y el altar de nuestra capilla, y también esparcidas en nuestro oratorio (llamado «Tienda del encuentro»), en el refectorio, etc. … ¡Porque lo que vivimos en la liturgia «colorea» nuestra vida cotidiana, ya sea la comida compartida en nuestro refectorio, la decoración o la «renovación» unida a las grandes limpiezas!…
Las circunstancias imprevistas de Dios también nos han guiado: una de nuestras hermanas mayores despertó el Domingo de Ramos con un dolor intenso. ¿Fue tal vez debido a una ventana que se dejó abierta durante la noche? De todos modos, no le fue posible levantarse durante esta Semana… Esto le llevó a vivirla de otra manera con su Esposo. La comunidad se organizó en consecuencia ¡Gracias a Dios, el lunes de Pascua nuestra hermana pudo volver a levantarse! Un pequeño grupo de España se unió a nuestro servicio del Viernes Santo, pero una joven no se encontraba bien; la homilía comenzó con los primeros auxilios (rápidamente recuperó el sentido…).
El sábado, el fuego previsto no despegó, pero un fuego muy pequeño fue suficiente para encender la llama del cirio pascual: Dios puede hacer grandes cosas – ¡Su obra de Salvación! – con muy pocos medios: ¿no es esto una parábola para nuestra misión en Tánger?
«Exultet de alegría, multitud de ángeles, exultad, siervos de Dios… Alegraos también, tierra nuestra, irradiada de tantos fuegos, porque Él os ha acogido en su fulgor y su reinado ha ahuyentado vuestra noche…» (Exultet).