La Obra Máxima
Fr. Norberto

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El misionero que quiere seguir caminando

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Como casi todos los fines de semana, en la tarde del pasado 10 de febrero el P. Norberto salió de la misión de Bozoum para acercarse a celebrar la Eucaristía en uno de los veinticinco poblados que él sigue desde hace muchos años. La meta era Bokpayan, a 55 kilómetros de Bozoum, donde tiene intención de quedarse algunos días. El P. Norberto viajaba acompañado por F. Igor y por cuatro obreros contratados para reparar una escuela…
Zimbabwe

Después de haber atravesado un pequeño puente de madera, y antes de atravesar otro, el coche conducido por el P. Norberto pisó una mina.

Los obreros, sentados en la parte posterior, vuelan por el aire y el coche, completamente destruido en la parte anterior, se queda en la zanja al lado de la carretera. F. Igor, ensordecido por el estrépito y en una nube de polvo, logra salir pasando sobre el cuerpo del P. Norberto que, semiinconsciente, es sacado del vehículo  con grandes esfuerzos, por tres obreros que habían quedado ilesos. 

F. Igor solo tenía heridas leves, mientras que el cuarto de los obreros tenía algunas fracturas en la espalda. El P. Norberto, sin embargo, estaba gravemente herido en las dos piernas. Dos jóvenes que iban en moto, al oir la explosión, inmediatamente dieron marcha atrás y se acercaron al lugar del accidente. En Centro África no hay ambulancias. Bertrand y Emilio, así se llaman los dos jóvenes, interrumpen su viaje, como dos buenos samaritanos. 

Con una fuerte hemorragia en curso y casi moribundo, yace herido el sacerdote que saltó sobre una mina en la carretera que sube desde Bozoum a Bokpayan. Bertrand y Emilio colocan al P. Norberto en su moto y lo transportan al hospital de Bozoum, a 22 kilómetros de distancia, salvándole la vida.

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El P. Norberto Pozzi, nacido en 1952, es un misionero Carmelita Descalzo originario de Lecco (cerca de Milán). Tenía casi treinta años cuando, casi por casualidad, fue informado de que los frailes Carmelitas Descalzos buscaban un voluntario para trabajar en su misión en Centro África

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Norberto-Auto-Mayo-23-2

Norberto, que hacía poco había dejado a su novia, también dejó su trabajo, las canciones de Celentano y, en 1980, se trasladó a Bozoum donde comenzó a construir iglesias, escuelas, dispensarios y un seminario. 

Ocho años después decide entrar en la Orden de los Carmelitas Descalzos. Se traslada por esa razón a Italia para el noviciado y los estudios de teología. Su voz, vigorosa de barítono, se convierte al canto de los salmos de la oración conventual. Fue en estos años cuando, un servidor, joven seminarista, conocí al P. Norberto, nombrado nuestro asistente. Ordenado de sacerdote en 1995, vuelve de nuevo a Centro África dedicándose sobre todo a la evangelización de los poblados en la sabana, a las escuelas y a los enfermos en las iglesias que había construido como un joven laico. 

El Padre Norberto a veces se enfada, porque ama tanto a África que no puede soportar compromisos o perezas cuando están en juego las exigencias del Evangelio. 

Norberto ha sido, tres veces, víctima de las emboscadas de los bandidos. En una de ellas, los proyectiles se incrustaron en el reposacabezas del asiento. En otra, las balas alcanzaron la caja de cambios del coche en el que viajaba y en una tercera fue robado y se libro de ser secuestrado.

Pero volvamos al hospital de Bozoum, donde acudieron los PP. Marcos y Juan con Norberto. Allí, le limpiaron las heridas de la metralla, le medicaron y le hicieron dos transfusiones de sangre. Todo esto se hizo en un pequeño hospital en la sabana del norte de Centro África. Su vida estaba en peligro  y necesitaba ser trasladado lo antes posible a otro hospital con mas medios.

La noticia del accidente me llegó mientras me encontraba con nuestros seminaristas en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Yaundé, en Camerún. Rápidamente contacté con el embajador italiano que, inmediatamente, pidió a los responsables de la ONU en Centro África un helicóptero para transportar al P. Norberto a Bangui. El hospital de Paoua está a 120 kilómetros al norte de Bozoum, y el transporte en coche era demasiado largo y peligroso. Por desgracia en Centro África no es posible volar de noche, ni siquiera en una emergencia. Así que el vuelo se aplazó a la mañana siguiente, confiando que el P. Norberto pudiese superar la noche.

Me prepare para celebrar la misa con mis hermanos y mis hermanas de hábito. Al pronunciar las palabras «Esto es mi cuerpo… esta es mi sangre…» pensé en lo verdaderas que son para este hermano de hábito que está físicamente perdiendo una parte de su cuerpo y derramando su sangre por África, por la Iglesia, por los más pobres, por los fieles del poblado de Bokpayan para los que habría querido celebrar la Eucaristía. Ahora ofrece otra Eucaristía, en el altar de una cama del hospital de Bozoum, al exterior del cual se reúnen espontáneamente cristianos, sobre todo jóvenes, para rezar por él. Por la tarde el P. Marcos le administra la unción de los enfermos. 

Los padres, las hermanas y los cristianos de Bozoum velaron toda la noche al lado del P. Norberto esperando el traslado en helicóptero.

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No se rezó solo en Bozoum. Un incendio de oración, más fuerte que la explosión de la mina, ardió de forma espontánea en Centro África, en Italia y en otras partes del mundo. Muchas, muchísimas personas rezaron por el P. Norberto, aun sin conocerle. Rezaron el rosario, su oración preferida e irrenunciable.

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Norberto-Auto-Mayo-23-3

Por la mañana el P. Norberto y los otros heridos fueron transportados a Bangui en el helicóptero de la ONU del contingente de Bangladesh. Después de una parada en el hospital civil de la capital, Norberto fue trasladado al hospital militar de los cascos azules y atendido por un equipo de médicos serbios. Una enfermera, con gran pena del P. Norberto, le cortó la barba. La barba más bella y más larga de todo Centro África. «Mejor la barba que una pierna», decimos nosotros para desdramatizar y evitar pensar en lo peor. 

Al día siguiente, después de una intervención de tres horas, el P. Norberto, cuyas constantes vitales eran preocupantes, fue trasladado de urgencia en un avión de la ONU a Entebbe, en Uganda y posteriormente ingresado en Nakasero (Hospital de Kampala, la capital del país) para una terapia intensiva. La Embajada italiana cuidó de manera exquisita a nuestro hermano de hábito.

La tarde del día siguiente, lunes 13 de febrero, mientras yo estaba en Yaundé, el P. Norberto sufrió otra intervención quirúrgica. Los médicos recomendaron la amputación del pie izquierdo, estaba destruido casi completamente a causa de la explosión. No fue una decisión fácil de tomar… Me puse en contacto con el médico de la embajada y sobre todo con Claudio, médico y hermano del P. Norberto. Si el pie es de Norberto ¿Norberto de quién es? ¿De los frailes o de la familia Pozzi? Claudio sabe bien que, desde 1980, el Carmelo ya es la familia de Norberto. Aunque él sigue siendo su hermano. 

La comunicación con Claudio, médico retirado, competente y muy respetuoso de nuestra familia, el acuerdo es perfecto y toda decisión es aceptada siempre sin dificultad. El pie no puede recuperarse y la amputación era inevitable para evitar el peligro de septicemia y para permitir al P. Norberto poder volver a caminar con una prótesis. El P. Norberto lo acepta tranquilamente. 

Me vienen a la mente las palabras de Jesús, escuchadas el día anterior durante la misa del domingo: «Si tu mano derecha es motivo de escándalo, córtala y arrójala fuera de ti: en efecto, te conviene perder uno de tus miembros, antes de que todo tu cuerpo termine en la gehenna». El caso de Norberto es un poco distinto. No porque se trata del pie izquierdo en lugar de la mano derecha, sino porque –no es por escándalo, sino por fidelidad a la propia misión– el Evangelio pide que se deje todo, antes que perderse a sí mismo. También una parte de nuestro cuerpo.

La tarde del viernes 17 de febrero llegué finalmente a Uganda, la perla de África. Kampala, situada poco encima del ecuador a 1.200 m. de altura, en una grande y moderna ciudad con vistas al lago Vitoria, el mayor de África y donde se encuentran los manantiales del Nilo. Soy huésped del Nuncio Apostólico, paisano mío, que gentilmente pone a mi disposición su coche y a su conductor. Antes y durante mi estancia en Uganda muchas personas se han mostrado disponibles para asistir al P. Norberto, como la doctora Anne, Johnson, hermana Sylvie, Stefano y Manolita… No sabíamos que tenía tantos amigos en Kampala.

El sábado por la mañana abracé al P. Norberto, aún se encontraba en terapia medio-intensiva. No recordaba nada de la explosión. Tampoco me habló del pie amputado, sino del deseo de volver a Centro África, de terminar la construcción de la iglesia en un poblado y de la necesidad de que alguien pudiese continuar su trabajo entre los cristianos de la sabana. 

Y cuando le transmití todos los mensajes recibidos, por tantos amigos conocidos y desconocidos, se estremeció, casi avergonzado por tanta e imprevista notoriedad. Y me dijo que él –un hombre alto y fuerte– no es nada más que un hombre pequeño.

Por la tarde conseguí hacer una breve visita a Namugongo, el santuario de los mártires de Uganda. Aquí, entre 1885 y 1887, veintidós cristianos católicos, entre los que se encontraba el jovencísimo Kizito y otros tantos anglicanos, servidores del rey Mwanga II, fueron torturados, mutilados, traspasados por lanzas y finalmente quemados por haber rechazado renegar de su fe ante pretensiones del soberano, escribiendo con su sangre una las páginas más intensas del África negra cristiana. Ruego por el P. Norberto, que por fortuna está vivo, por todas las personas, sobre todo niños (de más de diecinueve años en 2022) que a causa de las minas por desgracia han sido asesinados. Ruego por la conversión de esos hombres que, como trampas mortales, han sembrado bombas en las carreteras de Centro África. Y que creen, pero se equivocan, amar a Centro África.

Después de algunos días –también frente a las eventualidades de otra posterior amputación, que por fortuna no habrá– decidimos trasladar al P. Norberto a Italia para que pudiese ser tratado en Bolonia. No es una empresa sencilla transportar a un enfermo en semejantes condiciones. Y no solo desde el punto de vista económico y burocrático, sino sobre todo técnico. Con la ayuda de la Embajada italiana y de mis hermanos de hábito logramos organizar la empresa. 

La tarde del jueves 23 de febrero, dejamos el Hospital Nakasero y, en ambulancia con las sirenas sonando, atravesamos Kampala, un aglomerado urbano de unos 8 millones de habitantes, para llegar al aeropuerto de Entebbe. Poco después de media noche partimos, con un vuelo de la compañía KLM directo a Amsterdam, acompañados por un médico ugandés. Después, con un pequeño jet de Ambulancia aérea y un equipo médico, llegamos a Bolonia, donde para atendernos encontramos a la Cruz Roja Italiana. Después de casi 16 horas de viaje, desde Kampala a Bolonia, llegamos finalmente al Instituto Ortopédico. Cuando abracé a Claudio, su hermano, no logré retener las lágrimas: «Misión cumplida», le susurré, «Hemos conseguido traer a tu hermano vivo a Italia». Y me cuenta de Cerry (así lo llamamos en el barrio de Acquate), quinto de los seis hijos y nacido sietemesino. Su madre utilizó como incubadora el calor de una vieja estufa. De pequeño, Norberto tenía dificultad para hablar ¿Quién hubiese imaginado que un día marcharía a África para anunciar el Evangelio?

«Qué bellos sobre los montes son los pies del mensajero que anuncia la paz, del mensajero de buenas noticias que anuncia la salvación”: son las palabras del profeta Isaías que cantan la belleza de los pies de todo misionero que anuncia el Evangelio y que lleva la paz donde hay guerra. Muchas veces nos recordáis que nuestra misión implica un peligro para la vida. Y nosotros os tranquilizamos, diciendo que no es verdad… uno de nosotros, para anunciar el Evangelio, para llevar la paz donde hay guerra, casi pierde su vida.

Gracias, P. Norberto, por la valentía y la dedicación con que predicas el Evangelio en un país que, todavía, tropieza en el camino de la paz ¿Quién de nosotros, en tu situación, habría mantenido tu misma serenidad? Estar a tu lado es un honor y un privilegio. 

Su coche destruido en Bozoum, su barba cortada en Bangui, su pie dejado en Kampala, y su corazón en Centro África… Este misionero aún quiere caminar.

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Después de haber atravesado un pequeño puente de madera, y antes de atravesar otro, el coche conducido por el P. Norberto pisó una mina.

Los obreros, sentados en la parte posterior, vuelan por el aire y el coche, completamente destruido en la parte anterior, se queda en la zanja al lado de la carretera. F. Igor, ensordecido por el estrépito y en una nube de polvo, logra salir pasando sobre el cuerpo del P. Norberto que, semiinconsciente, es sacado del vehículo  con grandes esfuerzos, por tres obreros que habían quedado ilesos. 

F. Igor solo tenía heridas leves, mientras que el cuarto de los obreros tenía algunas fracturas en la espalda. El P. Norberto, sin embargo, estaba gravemente herido en las dos piernas. Dos jóvenes que iban en moto, al oir la explosión, inmediatamente dieron marcha atrás y se acercaron al lugar del accidente. En Centro África no hay ambulancias. Bertrand y Emilio, así se llaman los dos jóvenes, interrumpen su viaje, como dos buenos samaritanos. 

Con una fuerte hemorragia en curso y casi moribundo, yace herido el sacerdote que saltó sobre una mina en la carretera que sube desde Bozoum a Bokpayan. Bertrand y Emilio colocan al P. Norberto en su moto y lo transportan al hospital de Bozoum, a 22 kilómetros de distancia, salvándole la vida.

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El P. Norberto Pozzi, nacido en 1952, es un misionero Carmelita Descalzo originario de Lecco (cerca de Milán). Tenía casi treinta años cuando, casi por casualidad, fue informado de que los frailes Carmelitas Descalzos buscaban un voluntario para trabajar en su misión en Centro África

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Norberto-Auto-Mayo-23-2

Norberto, que hacía poco había dejado a su novia, también dejó su trabajo, las canciones de Celentano y, en 1980, se trasladó a Bozoum donde comenzó a construir iglesias, escuelas, dispensarios y un seminario. 

Ocho años después decide entrar en la Orden de los Carmelitas Descalzos. Se traslada por esa razón a Italia para el noviciado y los estudios de teología. Su voz, vigorosa de barítono, se convierte al canto de los salmos de la oración conventual. Fue en estos años cuando, un servidor, joven seminarista, conocí al P. Norberto, nombrado nuestro asistente. Ordenado de sacerdote en 1995, vuelve de nuevo a Centro África dedicándose sobre todo a la evangelización de los poblados en la sabana, a las escuelas y a los enfermos en las iglesias que había construido como un joven laico. 

El Padre Norberto a veces se enfada, porque ama tanto a África que no puede soportar compromisos o perezas cuando están en juego las exigencias del Evangelio. 

Norberto ha sido, tres veces, víctima de las emboscadas de los bandidos. En una de ellas, los proyectiles se incrustaron en el reposacabezas del asiento. En otra, las balas alcanzaron la caja de cambios del coche en el que viajaba y en una tercera fue robado y se libro de ser secuestrado.

Pero volvamos al hospital de Bozoum, donde acudieron los PP. Marcos y Juan con Norberto. Allí, le limpiaron las heridas de la metralla, le medicaron y le hicieron dos transfusiones de sangre. Todo esto se hizo en un pequeño hospital en la sabana del norte de Centro África. Su vida estaba en peligro  y necesitaba ser trasladado lo antes posible a otro hospital con mas medios.

La noticia del accidente me llegó mientras me encontraba con nuestros seminaristas en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Yaundé, en Camerún. Rápidamente contacté con el embajador italiano que, inmediatamente, pidió a los responsables de la ONU en Centro África un helicóptero para transportar al P. Norberto a Bangui. El hospital de Paoua está a 120 kilómetros al norte de Bozoum, y el transporte en coche era demasiado largo y peligroso. Por desgracia en Centro África no es posible volar de noche, ni siquiera en una emergencia. Así que el vuelo se aplazó a la mañana siguiente, confiando que el P. Norberto pudiese superar la noche.

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Los padres, las hermanas y los cristianos de Bozoum velaron toda la noche al lado del P. Norberto esperando el traslado en helicóptero.

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No se rezó solo en Bozoum. Un incendio de oración, más fuerte que la explosión de la mina, ardió de forma espontánea en Centro África, en Italia y en otras partes del mundo. Muchas, muchísimas personas rezaron por el P. Norberto, aun sin conocerle. Rezaron el rosario, su oración preferida e irrenunciable.

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Por la mañana el P. Norberto y los otros heridos fueron transportados a Bangui en el helicóptero de la ONU del contingente de Bangladesh. Después de una parada en el hospital civil de la capital, Norberto fue trasladado al hospital militar de los cascos azules y atendido por un equipo de médicos serbios. Una enfermera, con gran pena del P. Norberto, le cortó la barba. La barba más bella y más larga de todo Centro África. «Mejor la barba que una pierna», decimos nosotros para desdramatizar y evitar pensar en lo peor. 

Al día siguiente, después de una intervención de tres horas, el P. Norberto, cuyas constantes vitales eran preocupantes, fue trasladado de urgencia en un avión de la ONU a Entebbe, en Uganda y posteriormente ingresado en Nakasero (Hospital de Kampala, la capital del país) para una terapia intensiva. La Embajada italiana cuidó de manera exquisita a nuestro hermano de hábito.

La tarde del día siguiente, lunes 13 de febrero, mientras yo estaba en Yaundé, el P. Norberto sufrió otra intervención quirúrgica. Los médicos recomendaron la amputación del pie izquierdo, estaba destruido casi completamente a causa de la explosión. No fue una decisión fácil de tomar… Me puse en contacto con el médico de la embajada y sobre todo con Claudio, médico y hermano del P. Norberto. Si el pie es de Norberto ¿Norberto de quién es? ¿De los frailes o de la familia Pozzi? Claudio sabe bien que, desde 1980, el Carmelo ya es la familia de Norberto. Aunque él sigue siendo su hermano. 

La comunicación con Claudio, médico retirado, competente y muy respetuoso de nuestra familia, el acuerdo es perfecto y toda decisión es aceptada siempre sin dificultad. El pie no puede recuperarse y la amputación era inevitable para evitar el peligro de septicemia y para permitir al P. Norberto poder volver a caminar con una prótesis. El P. Norberto lo acepta tranquilamente. 

Me vienen a la mente las palabras de Jesús, escuchadas el día anterior durante la misa del domingo: «Si tu mano derecha es motivo de escándalo, córtala y arrójala fuera de ti: en efecto, te conviene perder uno de tus miembros, antes de que todo tu cuerpo termine en la gehenna». El caso de Norberto es un poco distinto. No porque se trata del pie izquierdo en lugar de la mano derecha, sino porque –no es por escándalo, sino por fidelidad a la propia misión– el Evangelio pide que se deje todo, antes que perderse a sí mismo. También una parte de nuestro cuerpo.

La tarde del viernes 17 de febrero llegué finalmente a Uganda, la perla de África. Kampala, situada poco encima del ecuador a 1.200 m. de altura, en una grande y moderna ciudad con vistas al lago Vitoria, el mayor de África y donde se encuentran los manantiales del Nilo. Soy huésped del Nuncio Apostólico, paisano mío, que gentilmente pone a mi disposición su coche y a su conductor. Antes y durante mi estancia en Uganda muchas personas se han mostrado disponibles para asistir al P. Norberto, como la doctora Anne, Johnson, hermana Sylvie, Stefano y Manolita… No sabíamos que tenía tantos amigos en Kampala.

El sábado por la mañana abracé al P. Norberto, aún se encontraba en terapia medio-intensiva. No recordaba nada de la explosión. Tampoco me habló del pie amputado, sino del deseo de volver a Centro África, de terminar la construcción de la iglesia en un poblado y de la necesidad de que alguien pudiese continuar su trabajo entre los cristianos de la sabana. 

Y cuando le transmití todos los mensajes recibidos, por tantos amigos conocidos y desconocidos, se estremeció, casi avergonzado por tanta e imprevista notoriedad. Y me dijo que él –un hombre alto y fuerte– no es nada más que un hombre pequeño.

Por la tarde conseguí hacer una breve visita a Namugongo, el santuario de los mártires de Uganda. Aquí, entre 1885 y 1887, veintidós cristianos católicos, entre los que se encontraba el jovencísimo Kizito y otros tantos anglicanos, servidores del rey Mwanga II, fueron torturados, mutilados, traspasados por lanzas y finalmente quemados por haber rechazado renegar de su fe ante pretensiones del soberano, escribiendo con su sangre una las páginas más intensas del África negra cristiana. Ruego por el P. Norberto, que por fortuna está vivo, por todas las personas, sobre todo niños (de más de diecinueve años en 2022) que a causa de las minas por desgracia han sido asesinados. Ruego por la conversión de esos hombres que, como trampas mortales, han sembrado bombas en las carreteras de Centro África. Y que creen, pero se equivocan, amar a Centro África.

Después de algunos días –también frente a las eventualidades de otra posterior amputación, que por fortuna no habrá– decidimos trasladar al P. Norberto a Italia para que pudiese ser tratado en Bolonia. No es una empresa sencilla transportar a un enfermo en semejantes condiciones. Y no solo desde el punto de vista económico y burocrático, sino sobre todo técnico. Con la ayuda de la Embajada italiana y de mis hermanos de hábito logramos organizar la empresa. 

La tarde del jueves 23 de febrero, dejamos el Hospital Nakasero y, en ambulancia con las sirenas sonando, atravesamos Kampala, un aglomerado urbano de unos 8 millones de habitantes, para llegar al aeropuerto de Entebbe. Poco después de media noche partimos, con un vuelo de la compañía KLM directo a Amsterdam, acompañados por un médico ugandés. Después, con un pequeño jet de Ambulancia aérea y un equipo médico, llegamos a Bolonia, donde para atendernos encontramos a la Cruz Roja Italiana. Después de casi 16 horas de viaje, desde Kampala a Bolonia, llegamos finalmente al Instituto Ortopédico. Cuando abracé a Claudio, su hermano, no logré retener las lágrimas: «Misión cumplida», le susurré, «Hemos conseguido traer a tu hermano vivo a Italia». Y me cuenta de Cerry (así lo llamamos en el barrio de Acquate), quinto de los seis hijos y nacido sietemesino. Su madre utilizó como incubadora el calor de una vieja estufa. De pequeño, Norberto tenía dificultad para hablar ¿Quién hubiese imaginado que un día marcharía a África para anunciar el Evangelio?

«Qué bellos sobre los montes son los pies del mensajero que anuncia la paz, del mensajero de buenas noticias que anuncia la salvación”: son las palabras del profeta Isaías que cantan la belleza de los pies de todo misionero que anuncia el Evangelio y que lleva la paz donde hay guerra. Muchas veces nos recordáis que nuestra misión implica un peligro para la vida. Y nosotros os tranquilizamos, diciendo que no es verdad… uno de nosotros, para anunciar el Evangelio, para llevar la paz donde hay guerra, casi pierde su vida.

Gracias, P. Norberto, por la valentía y la dedicación con que predicas el Evangelio en un país que, todavía, tropieza en el camino de la paz ¿Quién de nosotros, en tu situación, habría mantenido tu misma serenidad? Estar a tu lado es un honor y un privilegio. 

Su coche destruido en Bozoum, su barba cortada en Bangui, su pie dejado en Kampala, y su corazón en Centro África… Este misionero aún quiere caminar.

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