

Regresé feliz de mi experiencia china, muy edificado por los signos de fervor religioso que encontré en el pueblo chino. Sobre todo, pude cumplir con el objetivo del viaje: dirigir un cursillo en francés con traducción simultánea sobre Santa Teresita a las Hermanas Teresianas, reunidas en la casa madre de Angow.
Había entrado en contacto con ellas por caminos que el Señor me dio a entender. Ellas me comunicaron precedentemente oportunas indicaciones para el viaje y para la estancia en el país.
Estas Hermanas Teresianas de Hebei son una Congregación Religiosa fundada en 1928 por el histórico misionero flamenco en China, P. Vincent Lebbe, CM, (1877-1940). Es la primera Congregación Religiosa de China que tiene a Santa Teresita como patrona principal e inspiradora de su consagración religiosa. Tres años después, en 1931, surgió la Congregación de las homónimas Hermanas Teresianas de Ankow, fundadas por Mons. Tsu, obispo jesuita de Haimen.
Estas dos Congregaciones Teresianas nativas de China en las inmediaciones de la proclamación de Santa Teresita como Patrona universal de las Misiones (1927) muestran la popularidad y el arraigo profundo de nuestra santa Carmelita Descalza de Lisieux, sobre todo en países de Misión. Las dos Congregaciones cuentan en la actualidad con un resurgir vocacional.
China se me presentaba como un mundo incógnito y misterioso. Para preparar el viaje pretendí una cierta información documental. Leí los libros de Giulio Andreotti (1919-2013) y del cardenal vasco-francés Roger Etchegaray (1922-2019).
El político democristiano de Italia había mantenido unas relaciones pioneras con el Gobierno Chino. Él mismo las recordaba en una conferencia del 5 de noviembre de 1970 en China para celebrar algún aniversario de las relaciones diplomáticas de Italia con la República Popular: «He apreciado mucho una frase que se me ha repetido mucho en estos días: «Estimamos particularmente a Italia porque nos reconocisteis oficialmente tres años antes que la USA». Y esta otra afirmación de las mismas autoridades chinas: «No olvidamos que el presidente del Consejo Andreotti rompió en 1991 el embargo de las visitas oficiales decretado por la NATO y vino a encontrarnos como huésped de nuestro Primer Ministro Li Peng…» Con estas premisas el libro del senador italiano me parecía de garantía para destapar un poco la cortina de lo desconocido en China.
Tras algunas visitas al país en su calidad de alto representante vaticano, el cardenal Etchegaray había escrito el libro «Verso i cristiani in China. Visto da una rana dal fondo di un pozzo». El simple título traduce la humildad cautivadora de su autor y focaliza la problemática religiosa del pueblo chino.
Todavía como Cardenal Joseph Ratzinger
En 1981 fue nombrado prefecto de la Congregación Vaticana para la doctrina de la fe. En esa responsabilidad dirigió el estudio del discernimiento más aquilatado de la Santa Sede sobre la aventura que viven los católicos chinos. En aquellos años, mientras se trataban de superar los traumas causados por la Revolución Cultural y Deng Xiaoping proseguía su política de «reapertura» económica al mundo, en los palacios vaticanos no abundaban informaciones o evaluaciones sobre cómo valorar suficientemente cuanto estaba acaeciendo a los católicos chinos. Faltaba una nueva «realpolitik» de los tiempos del cardenal Agostino Casaroli.
En esta coyuntura la Congregación para la Doctrina de la Fe, guiada por el cardenal alemán, realizó durante dos años una investigación que se concluyó en 1985. Con esto se aclaró que las ordenaciones episcopales, realizadas desde 1958 sin el beneplácito del Papa, siendo ilegítimas desde el punto de vista canónico, había que considerarlas válidas. El cardenal Ratzinger entendió en relación con el misterio de la Iglesia la aventura o situación especial de los católicos chinos.
Pero en su análisis llegó a más precisiones
Descubrió que algunos ritos o ceremonias de las ordenaciones ilícitas de obispos en China habían sido, en parte, defectuosas. Con todo, formal y materialmente no afectaban a la validez. Esta investigación sobre la validez de las ordenaciones episcopales, firmada por el prefecto de la Congregación para la Fe, ilustró con garantía a nivel dogmático, doctrinal, teológico y pastoral la situación de la Iglesia en la China de los últimos decenios. En base a este estudio surgió luego la generosa disponibilidad de la Santa Sede para aceptar la petición de los obispos ordenados sin mandato pontificio que solicitaban del Papa la legitimación de sus ordenaciones cosecretarias.
Su Carta Apostólica con la «Nota explicativa» del 27 de mayo del 2007. En esta fecha el Papa Benedicto osó y asumió la gran responsabilidad de dirigir una Carta Apostólica a los católicos de China. La Oficina de Prensa del Vaticano añadió una «nota explicativa». La novedad del asunto y de la situación coyuntural la requerían. Con esta Carta el Papa Benedicto estableció un día de oración especial al año por los católicos de China. Desde entonces se celebra el 24 de mayo, festividad de la advocación mariana «Auxilio de los Cristianos». Con este título los católicos chinos veneran a María en el santuario nacional de Sheshan, cerca de Shanghai.
La gran serenidad y espíritu positivo que rezuma la Carta seguía reconociendo que en China los trabajosos acontecimientos socio-religiosos nunca habían llegado a causar fracturas insanables que se refieran a la sacramentalidad y a la apostolicidad de la Iglesia universal.
Más bien, había acaecido que algunos obispos, «queriendo sustraerse a un indebido control del Estado sobre la vida de la Iglesia y deseando mantener una plena fidelidad al sucesor de Pedro y a la doctrina católica, se han visto obligados a dejarse consagrar clandestinamente […] Otros pastores, sin embargo, bajo la presión de circunstancias particulares, han consentido en recibir la ordenación episcopal sin mandato pontificio. Pero enseguida han pedido el ser recibidos en la comunión con el sucesor de Pedro y con los otros hermanos en el episcopado».
«La clandestinidad no entre en la normalidad de la vida de la Iglesia», afirmaba todavía el Papa Benedicto. Por eso, deseaba que también los obispos llamados «clandestinos», impedidos u obstaculizados en el ejercicio de su ministerio por el aparato político, pudieran ser reconocidos como legítimos pastores «por la autoridad gobernativa incluso para efectos civiles –en cuanto sean necesarios- y que todos los fieles puedan manifestar libremente su propia fe en el contexto social en el que viven»
Benedicto XVI manifestaba el deseo de llegar a «un acuerdo con el Gobierno para resolver algunas cuestiones que se refieren a los candidatos al episcopado». Y a este punto recordaba el principio de Mateo Ricci, SJ, (1552-1610), que en su tiempo trabajó por el reconocimiento de los ‘ritos chinos’: «La Iglesia Católica de hoy no pide privilegio alguno a las autoridades políticas». Ella es consciente de su misión de no tocar la estructura o la administración del Estado, contentándose con anunciar a Cristo a los hombres, quien reconoció la autoridad civil y sus derechos, e impuso pagar el tributo al César, aunque advirtiendo claramente –eso sí- que los derechos superiores de Dios sean respetados.
Admira la valentía, la clarividencia, la apertura de este texto papal para entender la enrevesada situación de la Iglesia en China. Es un texto histórico del pontificado de Benedicto XVI que honra su memoria. Sólo una mente clara y profundamente equilibrada como la suya podía ofrecer un discernimiento que muestra comprensión por la situación, sin renunciar a los derechos inalienables de la Iglesia.
En base a la reflexión y orientaciones contenidas en esta Carta Apostólica, tras varios avatares en el camino, se ha llegado a los acuerdos firmados entre la Santa Sede y el Gobierno Chino en 2018, ratificados en 2022. Para mayor aclaración, el cardenal Juan Bautista Re, decano del colegio cardenalicio, en data del 26 de febrero del 2020, comunicaba a los purpurados de todo el mundo que, según documentación consultada en la Secretaría de Estado del Vaticano, «el Papa Benedicto XVI había aprobado ya el proyecto sobre el acuerdo del nombramiento de obispos en China que sólo en 2018 ha sido posible el firmarlo». En tiempos del Papa Francisco se ha llegado, por fin, a una regulación de esta cuestión tan delicada para el nombramiento de los obispos católicos en China con el trabajo preparado por nuestro Papa emérito.
Un gesto humano y cultural de acercamiento al pueblo chino
La afición musical del Papa Benedicto es conocida. Para sus momentos de distensión se refugiaba en el piano. A este respecto hay que recordar el concierto de la ‘Philarmonic Orchestra’ de Pekin con el coro de la ópera de Shanghai en el Vaticano. Fue el 7 de mayo del 2008 en el aula Pablo VI. Se ejecutó el Requiem de W.A. Mozart, prolongándose con cantos populares chinos.
El Papa Benedicto saludó a Deng Rong, fundadora de la orquesta e hija del antiguo jefe de Gobierno Deng Xiaoping, y al embajador de China en Italia.
Fue un gesto humanitario y cultural de gran valor para un acercamiento de las posiciones. La amistad en el acercamiento musical es una actitud humanitaria a no desperdiciar. Puede contribuir al deshielo de unas relaciones diplomáticas tensas y convulsas.
También aquí el difunto Papa mostró una verdadera altura de miras y una confianza en el pueblo chino. Le admiraremos por la clarividencia que mostró, por el empuje que procuró a un diálogo, delicado pero necesario, entre la Santa Sede y el Gobierno de la República Popular China. Libró del atasco a una situación de clandestinidad de la Iglesia y de nombramientos ilícitos de obispos.
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Regresé feliz de mi experiencia china, muy edificado por los signos de fervor religioso que encontré en el pueblo chino. Sobre todo, pude cumplir con el objetivo del viaje: dirigir un cursillo en francés con traducción simultánea sobre Santa Teresita a las Hermanas Teresianas, reunidas en la casa madre de Angow.
Había entrado en contacto con ellas por caminos que el Señor me dio a entender. Ellas me comunicaron precedentemente oportunas indicaciones para el viaje y para la estancia en el país.
Estas Hermanas Teresianas de Hebei son una Congregación Religiosa fundada en 1928 por el histórico misionero flamenco en China, P. Vincent Lebbe, CM, (1877-1940). Es la primera Congregación Religiosa de China que tiene a Santa Teresita como patrona principal e inspiradora de su consagración religiosa. Tres años después, en 1931, surgió la Congregación de las homónimas Hermanas Teresianas de Ankow, fundadas por Mons. Tsu, obispo jesuita de Haimen.
Estas dos Congregaciones Teresianas nativas de China en las inmediaciones de la proclamación de Santa Teresita como Patrona universal de las Misiones (1927) muestran la popularidad y el arraigo profundo de nuestra santa Carmelita Descalza de Lisieux, sobre todo en países de Misión. Las dos Congregaciones cuentan en la actualidad con un resurgir vocacional.
China se me presentaba como un mundo incógnito y misterioso. Para preparar el viaje pretendí una cierta información documental. Leí los libros de Giulio Andreotti (1919-2013) y del cardenal vasco-francés Roger Etchegaray (1922-2019).
El político democristiano de Italia había mantenido unas relaciones pioneras con el Gobierno Chino. Él mismo las recordaba en una conferencia del 5 de noviembre de 1970 en China para celebrar algún aniversario de las relaciones diplomáticas de Italia con la República Popular: «He apreciado mucho una frase que se me ha repetido mucho en estos días: «Estimamos particularmente a Italia porque nos reconocisteis oficialmente tres años antes que la USA». Y esta otra afirmación de las mismas autoridades chinas: «No olvidamos que el presidente del Consejo Andreotti rompió en 1991 el embargo de las visitas oficiales decretado por la NATO y vino a encontrarnos como huésped de nuestro Primer Ministro Li Peng…» Con estas premisas el libro del senador italiano me parecía de garantía para destapar un poco la cortina de lo desconocido en China.
Tras algunas visitas al país en su calidad de alto representante vaticano, el cardenal Etchegaray había escrito el libro «Verso i cristiani in China. Visto da una rana dal fondo di un pozzo». El simple título traduce la humildad cautivadora de su autor y focaliza la problemática religiosa del pueblo chino.
Todavía como Cardenal Joseph Ratzinger
En 1981 fue nombrado prefecto de la Congregación Vaticana para la doctrina de la fe. En esa responsabilidad dirigió el estudio del discernimiento más aquilatado de la Santa Sede sobre la aventura que viven los católicos chinos. En aquellos años, mientras se trataban de superar los traumas causados por la Revolución Cultural y Deng Xiaoping proseguía su política de «reapertura» económica al mundo, en los palacios vaticanos no abundaban informaciones o evaluaciones sobre cómo valorar suficientemente cuanto estaba acaeciendo a los católicos chinos. Faltaba una nueva «realpolitik» de los tiempos del cardenal Agostino Casaroli.
En esta coyuntura la Congregación para la Doctrina de la Fe, guiada por el cardenal alemán, realizó durante dos años una investigación que se concluyó en 1985. Con esto se aclaró que las ordenaciones episcopales, realizadas desde 1958 sin el beneplácito del Papa, siendo ilegítimas desde el punto de vista canónico, había que considerarlas válidas. El cardenal Ratzinger entendió en relación con el misterio de la Iglesia la aventura o situación especial de los católicos chinos.
Pero en su análisis llegó a más precisiones
Descubrió que algunos ritos o ceremonias de las ordenaciones ilícitas de obispos en China habían sido, en parte, defectuosas. Con todo, formal y materialmente no afectaban a la validez. Esta investigación sobre la validez de las ordenaciones episcopales, firmada por el prefecto de la Congregación para la Fe, ilustró con garantía a nivel dogmático, doctrinal, teológico y pastoral la situación de la Iglesia en la China de los últimos decenios. En base a este estudio surgió luego la generosa disponibilidad de la Santa Sede para aceptar la petición de los obispos ordenados sin mandato pontificio que solicitaban del Papa la legitimación de sus ordenaciones cosecretarias.
Su Carta Apostólica con la «Nota explicativa» del 27 de mayo del 2007. En esta fecha el Papa Benedicto osó y asumió la gran responsabilidad de dirigir una Carta Apostólica a los católicos de China. La Oficina de Prensa del Vaticano añadió una «nota explicativa». La novedad del asunto y de la situación coyuntural la requerían. Con esta Carta el Papa Benedicto estableció un día de oración especial al año por los católicos de China. Desde entonces se celebra el 24 de mayo, festividad de la advocación mariana «Auxilio de los Cristianos». Con este título los católicos chinos veneran a María en el santuario nacional de Sheshan, cerca de Shanghai.
La gran serenidad y espíritu positivo que rezuma la Carta seguía reconociendo que en China los trabajosos acontecimientos socio-religiosos nunca habían llegado a causar fracturas insanables que se refieran a la sacramentalidad y a la apostolicidad de la Iglesia universal.
Más bien, había acaecido que algunos obispos, «queriendo sustraerse a un indebido control del Estado sobre la vida de la Iglesia y deseando mantener una plena fidelidad al sucesor de Pedro y a la doctrina católica, se han visto obligados a dejarse consagrar clandestinamente […] Otros pastores, sin embargo, bajo la presión de circunstancias particulares, han consentido en recibir la ordenación episcopal sin mandato pontificio. Pero enseguida han pedido el ser recibidos en la comunión con el sucesor de Pedro y con los otros hermanos en el episcopado».
«La clandestinidad no entre en la normalidad de la vida de la Iglesia», afirmaba todavía el Papa Benedicto. Por eso, deseaba que también los obispos llamados «clandestinos», impedidos u obstaculizados en el ejercicio de su ministerio por el aparato político, pudieran ser reconocidos como legítimos pastores «por la autoridad gobernativa incluso para efectos civiles –en cuanto sean necesarios- y que todos los fieles puedan manifestar libremente su propia fe en el contexto social en el que viven»
Benedicto XVI manifestaba el deseo de llegar a «un acuerdo con el Gobierno para resolver algunas cuestiones que se refieren a los candidatos al episcopado». Y a este punto recordaba el principio de Mateo Ricci, SJ, (1552-1610), que en su tiempo trabajó por el reconocimiento de los ‘ritos chinos’: «La Iglesia Católica de hoy no pide privilegio alguno a las autoridades políticas». Ella es consciente de su misión de no tocar la estructura o la administración del Estado, contentándose con anunciar a Cristo a los hombres, quien reconoció la autoridad civil y sus derechos, e impuso pagar el tributo al César, aunque advirtiendo claramente –eso sí- que los derechos superiores de Dios sean respetados.
Admira la valentía, la clarividencia, la apertura de este texto papal para entender la enrevesada situación de la Iglesia en China. Es un texto histórico del pontificado de Benedicto XVI que honra su memoria. Sólo una mente clara y profundamente equilibrada como la suya podía ofrecer un discernimiento que muestra comprensión por la situación, sin renunciar a los derechos inalienables de la Iglesia.
En base a la reflexión y orientaciones contenidas en esta Carta Apostólica, tras varios avatares en el camino, se ha llegado a los acuerdos firmados entre la Santa Sede y el Gobierno Chino en 2018, ratificados en 2022. Para mayor aclaración, el cardenal Juan Bautista Re, decano del colegio cardenalicio, en data del 26 de febrero del 2020, comunicaba a los purpurados de todo el mundo que, según documentación consultada en la Secretaría de Estado del Vaticano, «el Papa Benedicto XVI había aprobado ya el proyecto sobre el acuerdo del nombramiento de obispos en China que sólo en 2018 ha sido posible el firmarlo». En tiempos del Papa Francisco se ha llegado, por fin, a una regulación de esta cuestión tan delicada para el nombramiento de los obispos católicos en China con el trabajo preparado por nuestro Papa emérito.
Un gesto humano y cultural de acercamiento al pueblo chino
La afición musical del Papa Benedicto es conocida. Para sus momentos de distensión se refugiaba en el piano. A este respecto hay que recordar el concierto de la ‘Philarmonic Orchestra’ de Pekin con el coro de la ópera de Shanghai en el Vaticano. Fue el 7 de mayo del 2008 en el aula Pablo VI. Se ejecutó el Requiem de W.A. Mozart, prolongándose con cantos populares chinos.
El Papa Benedicto saludó a Deng Rong, fundadora de la orquesta e hija del antiguo jefe de Gobierno Deng Xiaoping, y al embajador de China en Italia.
Fue un gesto humanitario y cultural de gran valor para un acercamiento de las posiciones. La amistad en el acercamiento musical es una actitud humanitaria a no desperdiciar. Puede contribuir al deshielo de unas relaciones diplomáticas tensas y convulsas.
También aquí el difunto Papa mostró una verdadera altura de miras y una confianza en el pueblo chino. Le admiraremos por la clarividencia que mostró, por el empuje que procuró a un diálogo, delicado pero necesario, entre la Santa Sede y el Gobierno de la República Popular China. Libró del atasco a una situación de clandestinidad de la Iglesia y de nombramientos ilícitos de obispos.