

La agricultura, comprendidas la pesca y la silvicultura, representa un 23,35% del PIB, y emplea el 64% de la población, si bien la mayoría de los habitantes practica la agricultura de subsistencia.
El cultivo principal es el arroz, cultivado en cerca de la mitad de las tierras agrícolas. Los otros principales productos del campo son: el café, la caña de azúcar, clavo de especia, cacao, mandioca, alubia, plátano, aráquidas y los productos de la ganadería.
Los malgaches tienen una baja esperanza de vida, por razón de las insalubres condiciones de vida, especialmente en materia de saneamiento y de higiene. Cerca del 70% de la población no tiene acceso al saneamiento y a la higiene, y el 89% no disponen de servicios higiénicos adecuados. En consecuencia, es elevado el riesgo de propagación de las principales enfermedades infecciosas en el seno de la población.
Actualmente, con la economía del país dañada muy severamente por la pandemia COVID-19, los malgaches han vivido y viven varias dificultades como problemas comunes, habituales e interrelacionados.
Sequía
Incluida la capital de la Gran Isla, Antananarivo, la insuficiencia de la lluvia, debida en parte a la alteración climática, está causando cada vez más problemas en Madagascar. Normalmente, la lluvia debería caer el mes de octubre, pero hasta la segunda parte de enero de 2022, la tierra estuvo completamente árida, las poblaciones sufrieron la falta de agua, y sufren siempre la falta del agua potable. Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes. La Sociedad malgache al cargo del agua y de la electricidad no tiene capacidad para asegurar estos bienes básicos a la población. Además de la crisis de la alteración climática general, en nuestro caso la utilización excesiva de la madera para combustible es muy preocupante, incluso ya alarmante, porque es una de las causas de la erosión y la deforestación en algunas regiones del país.
Inundaciones
La estación de lluvias normalmente se extiende de octubre a abril, y en ese tiempo son corrientes las inundaciones. Pero nuestro país también sufre regularmente de ciclones y otras tempestades tropicales. Este año, en la segunda quincena de enero, tras varios meses de retardo del período anual de lluvias, se desencadenó la primera tormenta tropical (Ana) en el este del país, causando vastas inundaciones, corrimientos y hundimientos de tierras en la capital Antananarivo, y en el este y norte del país. Dejó el triste balance de unas 34 víctimas mortales y unos 65.000 habitantes sin techo.
Sin apenas tiempo para comenzar la reparación de los destrozos provocados, se abatió la segunda borrasca tropical, llamada Batsirai, sobre la costa este de Madagascar, con ráfagas de 235 km por hora, invadiendo el este y el sureste del país. Fueron de nuevo muchas las víctimas, y cerca de 50.000 habitantes perdieron sus hogares en una sola noche. La mayoría de las viviendas se encuentran al borde de los ríos, o son frágiles construcciones de madera o de sacos de plástico, que en realidad son ilegales. Pero las familias no quieren dejar su casa. Están cerca de la carretera, un sitio práctico para encontrar trabajo o para que los niños frecuenten la escuela. Sin embargo, ya se sabe que es peligroso y motivo de continuo temor, porque el nivel del agua sube en pocas horas.
A los pocos días de esta segunda tormenta, otra tempestad tropical: «Emmati», llegó con fuertes ráfagas a la región de Manakara, Fianarantsoa y Antananarivo, y también a la parte sur del país, de endémica sequía, sobre todo los últimos cuatro años. Los daños causados fueron principalmente los deslizamientos de tierras y la destrucción de casas, sobre todo en los desheredados barrios de los suburbios de Antananarivo y Mananjary. Considerables fueron también los destrozos en las tierras de cultivo, en particular en los arrozales, a los que sólo faltaban algunas semanas para la cosecha. Miles de siniestrados ocuparon las aulas de las escuelas y colegios, los gimnasios, los espacios de eventos tanto públicos como privados, esperando la ayuda inmediata, y las soluciones de fututo para su vida arruinada.
En medio de los daños en personas y en bienes, las lluvias torrenciales redundaron también, paradójicamente, en esperanza para las poblaciones de las regiones afectadas. Experimentaron un consuelo viendo en pocos días reverdecidos los parajes desérticos de antes, augurio tal vez de mejores cosechas.
Crisis económica debida al Covid-19
La pandemia del coronavirus ha exacerbado también los problemas en los hogares malgaches, por sus efectos en las rentas de las familias. Son secuelas comunes en los países en vías de desarrollo, pero no menos graves para nuestro pueblo. De hecho, ocho hogares de cada diez viven en la pobreza dineraria por la constante insuficiencia de los ingresos. El último aumento del salario data del 2019, con una subida del 19% del Salario Mínimo Interprofesional Garantizado, que significa la subida del salario de 42 a 50 euros. Como resultado tenemos un salario medio de 45 euros al mes. El ingreso de los padres es, naturalmente, elemento capital para la alimentación y el mantenimiento de la familia, y asimismo esencial para la escolarización, educación y futuro de los hijos.
En resumen, estos hechos comportan grandes pérdidas a nivel de los cultivos y la producción, con la fatal consecuencia de la falta de alimentos y el subsiguiente agotamiento de las reservas de las semillas. Es la cadena y el círculo de la pobreza. La gente hace lo que puede para sobrevivir: consume alimentos menos preferidos, o come todavía menos. Muchos tienden hoy a tomar la medida extrema mencionada: consumir las semillas previstas para los próximos cultivos. La tasa de pobreza extrema es ahora de más de dos veces más alta. La nutrición insuficiente e inadecuada y la falta de acceso al agua potable causan también un número más elevado de enfermedades infantiles (diarrea, infecciones respiratorias agudas, fiebre, paludismo).
Desescolarización
Como resultado de estos factores y otros, la mayor parte de los niños y adolescentes de Madagascar sufren la carencia o la escasez de materiales escolares, la fragilidad de la salud, la inseguridad, y la ausencia general de bienestar. La asiduidad escolar es baja, porque los niños se ven obligados a procurar alimentos para la familia y a acarrear el agua, especialmente la potable, de fuentes alejadas de su casa.
Pero, en realidad, estos niños se han cansado de ser los pilares de su familia respectiva, siendo obligados a traer dinero a casa. Recorriendo diferentes regiones de Madagascar, se puede contar por decenas de niños errantes que viven en tales condiciones. Estos niños y adolescentes sin escolaridad y sin formación están condenados a un futuro sin salida, al fracaso y a la miseria. Es un fenómeno silencioso, que no llama la atención, pero nefasto para las personas y la sociedad.
Ante los varios problemas padecidos por los hogares malgaches, especialmente por los niños y los jóvenes, es indispensable el apoyo de la ayuda exterior. Sólo así podrán estas familias recomenzar una nueva vida.
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La agricultura, comprendidas la pesca y la silvicultura, representa un 23,35% del PIB, y emplea el 64% de la población, si bien la mayoría de los habitantes practica la agricultura de subsistencia.
El cultivo principal es el arroz, cultivado en cerca de la mitad de las tierras agrícolas. Los otros principales productos del campo son: el café, la caña de azúcar, clavo de especia, cacao, mandioca, alubia, plátano, aráquidas y los productos de la ganadería.
Los malgaches tienen una baja esperanza de vida, por razón de las insalubres condiciones de vida, especialmente en materia de saneamiento y de higiene. Cerca del 70% de la población no tiene acceso al saneamiento y a la higiene, y el 89% no disponen de servicios higiénicos adecuados. En consecuencia, es elevado el riesgo de propagación de las principales enfermedades infecciosas en el seno de la población.
Actualmente, con la economía del país dañada muy severamente por la pandemia COVID-19, los malgaches han vivido y viven varias dificultades como problemas comunes, habituales e interrelacionados.
Sequía
Incluida la capital de la Gran Isla, Antananarivo, la insuficiencia de la lluvia, debida en parte a la alteración climática, está causando cada vez más problemas en Madagascar. Normalmente, la lluvia debería caer el mes de octubre, pero hasta la segunda parte de enero de 2022, la tierra estuvo completamente árida, las poblaciones sufrieron la falta de agua, y sufren siempre la falta del agua potable. Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes. La Sociedad malgache al cargo del agua y de la electricidad no tiene capacidad para asegurar estos bienes básicos a la población. Además de la crisis de la alteración climática general, en nuestro caso la utilización excesiva de la madera para combustible es muy preocupante, incluso ya alarmante, porque es una de las causas de la erosión y la deforestación en algunas regiones del país.
Inundaciones
La estación de lluvias normalmente se extiende de octubre a abril, y en ese tiempo son corrientes las inundaciones. Pero nuestro país también sufre regularmente de ciclones y otras tempestades tropicales. Este año, en la segunda quincena de enero, tras varios meses de retardo del período anual de lluvias, se desencadenó la primera tormenta tropical (Ana) en el este del país, causando vastas inundaciones, corrimientos y hundimientos de tierras en la capital Antananarivo, y en el este y norte del país. Dejó el triste balance de unas 34 víctimas mortales y unos 65.000 habitantes sin techo.
Sin apenas tiempo para comenzar la reparación de los destrozos provocados, se abatió la segunda borrasca tropical, llamada Batsirai, sobre la costa este de Madagascar, con ráfagas de 235 km por hora, invadiendo el este y el sureste del país. Fueron de nuevo muchas las víctimas, y cerca de 50.000 habitantes perdieron sus hogares en una sola noche. La mayoría de las viviendas se encuentran al borde de los ríos, o son frágiles construcciones de madera o de sacos de plástico, que en realidad son ilegales. Pero las familias no quieren dejar su casa. Están cerca de la carretera, un sitio práctico para encontrar trabajo o para que los niños frecuenten la escuela. Sin embargo, ya se sabe que es peligroso y motivo de continuo temor, porque el nivel del agua sube en pocas horas.
A los pocos días de esta segunda tormenta, otra tempestad tropical: «Emmati», llegó con fuertes ráfagas a la región de Manakara, Fianarantsoa y Antananarivo, y también a la parte sur del país, de endémica sequía, sobre todo los últimos cuatro años. Los daños causados fueron principalmente los deslizamientos de tierras y la destrucción de casas, sobre todo en los desheredados barrios de los suburbios de Antananarivo y Mananjary. Considerables fueron también los destrozos en las tierras de cultivo, en particular en los arrozales, a los que sólo faltaban algunas semanas para la cosecha. Miles de siniestrados ocuparon las aulas de las escuelas y colegios, los gimnasios, los espacios de eventos tanto públicos como privados, esperando la ayuda inmediata, y las soluciones de fututo para su vida arruinada.
En medio de los daños en personas y en bienes, las lluvias torrenciales redundaron también, paradójicamente, en esperanza para las poblaciones de las regiones afectadas. Experimentaron un consuelo viendo en pocos días reverdecidos los parajes desérticos de antes, augurio tal vez de mejores cosechas.
Crisis económica debida al Covid-19
La pandemia del coronavirus ha exacerbado también los problemas en los hogares malgaches, por sus efectos en las rentas de las familias. Son secuelas comunes en los países en vías de desarrollo, pero no menos graves para nuestro pueblo. De hecho, ocho hogares de cada diez viven en la pobreza dineraria por la constante insuficiencia de los ingresos. El último aumento del salario data del 2019, con una subida del 19% del Salario Mínimo Interprofesional Garantizado, que significa la subida del salario de 42 a 50 euros. Como resultado tenemos un salario medio de 45 euros al mes. El ingreso de los padres es, naturalmente, elemento capital para la alimentación y el mantenimiento de la familia, y asimismo esencial para la escolarización, educación y futuro de los hijos.
En resumen, estos hechos comportan grandes pérdidas a nivel de los cultivos y la producción, con la fatal consecuencia de la falta de alimentos y el subsiguiente agotamiento de las reservas de las semillas. Es la cadena y el círculo de la pobreza. La gente hace lo que puede para sobrevivir: consume alimentos menos preferidos, o come todavía menos. Muchos tienden hoy a tomar la medida extrema mencionada: consumir las semillas previstas para los próximos cultivos. La tasa de pobreza extrema es ahora de más de dos veces más alta. La nutrición insuficiente e inadecuada y la falta de acceso al agua potable causan también un número más elevado de enfermedades infantiles (diarrea, infecciones respiratorias agudas, fiebre, paludismo).
Desescolarización
Como resultado de estos factores y otros, la mayor parte de los niños y adolescentes de Madagascar sufren la carencia o la escasez de materiales escolares, la fragilidad de la salud, la inseguridad, y la ausencia general de bienestar. La asiduidad escolar es baja, porque los niños se ven obligados a procurar alimentos para la familia y a acarrear el agua, especialmente la potable, de fuentes alejadas de su casa.
Pero, en realidad, estos niños se han cansado de ser los pilares de su familia respectiva, siendo obligados a traer dinero a casa. Recorriendo diferentes regiones de Madagascar, se puede contar por decenas de niños errantes que viven en tales condiciones. Estos niños y adolescentes sin escolaridad y sin formación están condenados a un futuro sin salida, al fracaso y a la miseria. Es un fenómeno silencioso, que no llama la atención, pero nefasto para las personas y la sociedad.
Ante los varios problemas padecidos por los hogares malgaches, especialmente por los niños y los jóvenes, es indispensable el apoyo de la ayuda exterior. Sólo así podrán estas familias recomenzar una nueva vida.