La primera manifestación de nuestra solidaridad con la gente fue hacer de nuestra, así llamada «iglesia inferior», un refugio. Unos días antes de que el ejército ruso entrara en territorio de Ucrania, este espacio estaba equipado con lo que teníamos a nuestra disposición: colchones, mantas, calefactores.
Afortunadamente, la imagen que teníamos ante nuestros ojos en ese momento pertenece al pasado y esperamos que no vuelva a suceder aquí en el interior del país. Familias enteras, mujeres con niños corriendo al refugio al son de la sirena, es un espectáculo que conocíamos de las películas. Los medios escribieron: «que duermas bien, Europa, los pequeños ucranianos vigilan en los refugios». Las imágenes de niños aterrorizados fueron conmovedoras, y que decir por verlos realmente en el sótano de nuestra iglesia. Unos días después del comienzo de la guerra, cuando no se sabía hasta dónde llegaría el ejército ruso, decidimos que ayudaríamos especialmente a las mujeres con niños a huir del país. En la evacuación organizada por nosotros, gracias a la ayuda económica de Nuestra Orden, que se brindó desde los primeros días, salieron cerca de 800 personas, la mitad de los cuales eran niños, unos 90 de ellos menores de dos años. A aquellos que no tenían adónde ir, nuestros amigos les proporcionaron alojamiento de inmediato. Fueron días marcados por el dolor y la incertidumbre causados por la agresión hostil, y al mismo tiempo llenos de gratitud por la ayuda brindada en solidaridad con las personas que conocíamos y con las que se hicieron cercanas a través de la voluntad de ayudar juntos.
En nuestra ciudad, de unos 70.000 habitantes antes de la guerra, varias veces a la semana se celebran funerales de soldados caídos en el frente. En nuestra parroquia, de unos tres mil habitantes, se han celebrado cuatro funerales de soldados desde el comienzo de la guerra.
Después de algunas semanas, la situación se estabilizó lo suficiente como para volver al trabajo pastoral regular. En la actualidad, estamos realizando actividades pastorales ordinarias. Cuidamos especialmente a los jóvenes, unos 40 jóvenes se reúnen todos los domingos para las reuniones. Todos los días, a las 20 horas, toda la comunidad de hermanos reza el rosario intercalado con cánticos ante la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Berdyczów. Nos llegan numerosos testimonios, de todas partes de Ucrania, de que esta oración, transmitida por la radio y la televisión católicas ucranianas, une a los católicos y les da fuerza. Hay catequesis para niños y jóvenes, así como cursos de evangelización y catequesis para adultos. Están activas en la parroquia las siguientes comunidades: renovación en el Espíritu Santo, Legión de María, el Movimiento Matrimonial, los monaguillos y el coro parroquial. En el centro caritativo «Karmel» se realizan una variedad de actividades: clases de teatro para niños y adolescentes, clases de inglés y polaco, terapia sensorial para niños con parálisis cerebral.
Además de las actividades pastorales, nos dedicamos a la caridad. Gracias al apoyo de toda Nuestra Orden, contamos con los medios que nos permiten brindar una importante ayuda en el abastecimiento de alimentos o artículos personales de primera necesidad a los soldados.
Los comestibles caseros preparados por nuestros feligreses se les envían junto con las cosas compradas en las tiendas. Es un elemento de apoyo emocional y una expresión de solidaridad con quienes dejaron a sus familias por defender la patria. Campañas más grandes organizamos varias veces para suministrar los alimentos más necesarios a las familias con muchos niños y los pobres.
Al recoger estas, al parecer, no las peores experiencias, pueden darse cuenta de la angustia de la sociedad. No obstante, la naturaleza humana, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de soportar mucho y acostumbrarse a muchas condiciones.
Hablar con nuestros feligreses y otras personas en Ucrania es a menudo sorprendente, porque muchos de ellos están convencidos de la victoria y tratan de llevar sus cargas con paciencia recordando a aquellos que están luchando o están en una situación mucho más deprimente.
En los últimos días he tenido una experiencia que muestra una anormalidad que se convierte en la norma, simplemente porque «así es». En nuestra diócesis, en el centro «Caritas» cerca de Zytomierz, 3 y 4 de junio, se organizó una «jornada del adolescente» para jóvenes de 13 a 16 años. Participaron unos 230 jóvenes de varias parroquias. Éramos 40 personas de nuestra parroquia, éramos el grupo más grande. Unos días antes de este evento, los ataques rusos se han vuelto a intensificar en toda Ucrania, por lo que todas las noches se escuchaban sirenas de alarma. También varios ataques con cohetes rusos golpearon cerca de Zhytomyr. Por lo tanto, una semana antes de la reunión resultó que no habría permiso para pasar la noche en el centro de Caritas. Los organizadores acortaron la reunión. La única pernoctación estaba prevista en una escuela a unos 20 km de distancia. Fuimos allí en minibuses después del final del programa de la tarde, alrededor de las 10 de la noche. Luego de llegar al lugar, nos instalamos en condiciones improvisadas en los pasillos de la escuela. Previamente se informó a cada participante dónde se encontraba el albergue subterráneo. Alrededor de las dos de la noche, cuando sonó la alarma antiaérea, todos estaban obligados a ir al refugio, luego la decisión de permanecer en él la tomarían los responsables de los grupos individuales. Toda la situación me trajo recuerdos del comienzo de la guerra.
La imagen de adolescentes adormecidos con sus frazadas o sacos de dormir, bajando a cuartos subterráneos no muy agradables, la preocupación de los responsables, me causaba una gran tristeza. Gracias a Dios, los jóvenes de esta edad viven estas situaciones un poco como una aventura. Les ayuda la sensación de que están juntos, las próximas horas de insomnio de la noche vuelven a ser una oportunidad para conversaciones juveniles…
Compartí mis sentimientos con otros sacerdotes y religiosas, así como con el obispo. Él me contó una situación que fue aún más conmovedora. Recientemente visitó a las monjas que dirigen un jardín de infancia. Los niños de esta guardería están tan acostumbrados a ir al refugio a cualquier hora que en cuanto suena la sirena inmediatamente se levantan, ya sea con un plato o un libro para colorear, y obedientemente hacen fila para ir al refugio…
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La primera manifestación de nuestra solidaridad con la gente fue hacer de nuestra, así llamada «iglesia inferior», un refugio. Unos días antes de que el ejército ruso entrara en territorio de Ucrania, este espacio estaba equipado con lo que teníamos a nuestra disposición: colchones, mantas, calefactores.
Afortunadamente, la imagen que teníamos ante nuestros ojos en ese momento pertenece al pasado y esperamos que no vuelva a suceder aquí en el interior del país. Familias enteras, mujeres con niños corriendo al refugio al son de la sirena, es un espectáculo que conocíamos de las películas. Los medios escribieron: «que duermas bien, Europa, los pequeños ucranianos vigilan en los refugios». Las imágenes de niños aterrorizados fueron conmovedoras, y que decir por verlos realmente en el sótano de nuestra iglesia. Unos días después del comienzo de la guerra, cuando no se sabía hasta dónde llegaría el ejército ruso, decidimos que ayudaríamos especialmente a las mujeres con niños a huir del país. En la evacuación organizada por nosotros, gracias a la ayuda económica de Nuestra Orden, que se brindó desde los primeros días, salieron cerca de 800 personas, la mitad de los cuales eran niños, unos 90 de ellos menores de dos años. A aquellos que no tenían adónde ir, nuestros amigos les proporcionaron alojamiento de inmediato. Fueron días marcados por el dolor y la incertidumbre causados por la agresión hostil, y al mismo tiempo llenos de gratitud por la ayuda brindada en solidaridad con las personas que conocíamos y con las que se hicieron cercanas a través de la voluntad de ayudar juntos.
En nuestra ciudad, de unos 70.000 habitantes antes de la guerra, varias veces a la semana se celebran funerales de soldados caídos en el frente. En nuestra parroquia, de unos tres mil habitantes, se han celebrado cuatro funerales de soldados desde el comienzo de la guerra.
Después de algunas semanas, la situación se estabilizó lo suficiente como para volver al trabajo pastoral regular. En la actualidad, estamos realizando actividades pastorales ordinarias. Cuidamos especialmente a los jóvenes, unos 40 jóvenes se reúnen todos los domingos para las reuniones. Todos los días, a las 20 horas, toda la comunidad de hermanos reza el rosario intercalado con cánticos ante la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Berdyczów. Nos llegan numerosos testimonios, de todas partes de Ucrania, de que esta oración, transmitida por la radio y la televisión católicas ucranianas, une a los católicos y les da fuerza. Hay catequesis para niños y jóvenes, así como cursos de evangelización y catequesis para adultos. Están activas en la parroquia las siguientes comunidades: renovación en el Espíritu Santo, Legión de María, el Movimiento Matrimonial, los monaguillos y el coro parroquial. En el centro caritativo «Karmel» se realizan una variedad de actividades: clases de teatro para niños y adolescentes, clases de inglés y polaco, terapia sensorial para niños con parálisis cerebral.
Además de las actividades pastorales, nos dedicamos a la caridad. Gracias al apoyo de toda Nuestra Orden, contamos con los medios que nos permiten brindar una importante ayuda en el abastecimiento de alimentos o artículos personales de primera necesidad a los soldados.
Los comestibles caseros preparados por nuestros feligreses se les envían junto con las cosas compradas en las tiendas. Es un elemento de apoyo emocional y una expresión de solidaridad con quienes dejaron a sus familias por defender la patria. Campañas más grandes organizamos varias veces para suministrar los alimentos más necesarios a las familias con muchos niños y los pobres.
Al recoger estas, al parecer, no las peores experiencias, pueden darse cuenta de la angustia de la sociedad. No obstante, la naturaleza humana, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de soportar mucho y acostumbrarse a muchas condiciones.
Hablar con nuestros feligreses y otras personas en Ucrania es a menudo sorprendente, porque muchos de ellos están convencidos de la victoria y tratan de llevar sus cargas con paciencia recordando a aquellos que están luchando o están en una situación mucho más deprimente.
En los últimos días he tenido una experiencia que muestra una anormalidad que se convierte en la norma, simplemente porque «así es». En nuestra diócesis, en el centro «Caritas» cerca de Zytomierz, 3 y 4 de junio, se organizó una «jornada del adolescente» para jóvenes de 13 a 16 años. Participaron unos 230 jóvenes de varias parroquias. Éramos 40 personas de nuestra parroquia, éramos el grupo más grande. Unos días antes de este evento, los ataques rusos se han vuelto a intensificar en toda Ucrania, por lo que todas las noches se escuchaban sirenas de alarma. También varios ataques con cohetes rusos golpearon cerca de Zhytomyr. Por lo tanto, una semana antes de la reunión resultó que no habría permiso para pasar la noche en el centro de Caritas. Los organizadores acortaron la reunión. La única pernoctación estaba prevista en una escuela a unos 20 km de distancia. Fuimos allí en minibuses después del final del programa de la tarde, alrededor de las 10 de la noche. Luego de llegar al lugar, nos instalamos en condiciones improvisadas en los pasillos de la escuela. Previamente se informó a cada participante dónde se encontraba el albergue subterráneo. Alrededor de las dos de la noche, cuando sonó la alarma antiaérea, todos estaban obligados a ir al refugio, luego la decisión de permanecer en él la tomarían los responsables de los grupos individuales. Toda la situación me trajo recuerdos del comienzo de la guerra.
La imagen de adolescentes adormecidos con sus frazadas o sacos de dormir, bajando a cuartos subterráneos no muy agradables, la preocupación de los responsables, me causaba una gran tristeza. Gracias a Dios, los jóvenes de esta edad viven estas situaciones un poco como una aventura. Les ayuda la sensación de que están juntos, las próximas horas de insomnio de la noche vuelven a ser una oportunidad para conversaciones juveniles…
Compartí mis sentimientos con otros sacerdotes y religiosas, así como con el obispo. Él me contó una situación que fue aún más conmovedora. Recientemente visitó a las monjas que dirigen un jardín de infancia. Los niños de esta guardería están tan acostumbrados a ir al refugio a cualquier hora que en cuanto suena la sirena inmediatamente se levantan, ya sea con un plato o un libro para colorear, y obedientemente hacen fila para ir al refugio…
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