

Todos nuestros católicos pertenecen al grado más bajo de la escala social india. Son los intocables, parias. Ellos, para expresar su categoría social se denominan a sí mismos Dalits, con intención social y política reivindicativa: rotos, marginados y oprimidos. A este sistema racista, devastador para nuestro pueblo, se le aplica por ello ahora la imagen de tsunami social. La mayoría de ellos son analfabetos.
El sufrimiento de los Dalits puede expresarse en términos de seis clases de exclusiones.
Exclusión social
El carácter básico e inhumano de su opresión consiste en su ser excluidos de la sociedad como intocables. Esta es una palabra que verdaderamente expresa la realidad, y que conecta con un concepto bipolar que marca la vida india: pureza e impureza. La vara de medir con la que se definen los seres humanos o sus grupos es el grado de su pureza. Los Dalits están fuera del ámbito de la pureza. Su esfera es impura, y esto se señala y comprueba concretamente, por ejemplo, por el hecho de que los Dalits son los que están obligados en las tradicionales sociedades rurales a tareas como la quema de los cadáveres de los animales, la de retirar los excrementos humanos, del acarreo de la leña para la cremación de los cuerpos muertos, y en las ciudades, el barrido de caminos y calles, la limpieza de los servicios higiénicos públicos etc. Las viviendas de los Dalits se mantienen a las afueras de la aldea. En las ciudades, se las confina en los barrios bajos.
La exclusión ritual
Estrechamente relacionada con la exclusión social está la exclusión ritual. Los Dalits no tienen parte en las celebraciones religiosas oficiales. Están apartados en su mundo de diosas y dioses, donde llevan a cabo sus rituales, pues no pueden acceder a los ritos presididos por el sacerdote brahmánico. No sólo no pueden participar en las celebraciones del templo de la aldea, sino que, lo que es peor, se les prohibía incluso entrar en el templo, por miedo a que puedan con su impureza manchar a los dioses.
Exclusión cultural
No tenían ningún derecho a la educación. Esta exclusión sistemática de la educación de los Dalits, generación tras generación, ha destruido su confianza en sí mismos, y les ha convertido en indefensos en un mundo controlado cada vez más por el conocimiento y la información. Es un pueblo sin tradición de alfabetización y de escuela.
Educación
La alfabetización en este pueblo es muy pobre, el grueso del 48% de la población que no sabe leer y escribir está constituido por los Dalits. Su presencia en la educación superior, que abre las puertas del poder en la sociedad, es muy marginal. La primera causa de esta carencia es la extrema pobreza del pueblo.
Los padres que luchan duramente para la supervivencia diaria no se preocupan de mandar a sus hijos a la escuela. Prefieren mandarlos a algún trabajo eventual, cada día, que aumente la escasa entrada familiar. Esto conduce no sólo al bajo nivel de alfabetización, sino también, en gran medida, a la extensión del trabajo infantil.
Perteneciendo ellos a las «castas registradas» (nombre de la Constitución india), y habiendo sido inmemorialmente maltratados, tienen una baja imagen de sí mismos. Los hijos, si no aprueban un curso, no son capaces de sobrellevarlo. Pueden cometer incluso suicidio, o abandonan la escuela. Por eso hay tantas bajas. Sólo podrán recuperarse por la concientización, con voluntad y sacrificio, y gracias a ayudas y oportunidades.
Trabajo infantil
Los niños con el fin de completar las entradas familiares se emplean, como sus padres, en trabajos del campo, y a falta de él, van a las ciudades cercanas, donde se colocan en teterías, hoteles, hornos de ladrillos, etc. Se encuentran fatalmente con una serie de carencias, como la falta de techo, de servicios sanitarios, de salud, de educación, etc., que los convierten en uno de los sectores más perjudicados de la sociedad.
La mayoría sufren malnutrición, hambre, problemas de salud, abuso y violencia de parte de las autoridades, abuso físico y sexual y, en general, abandono de sus familias y la sociedad. Luchan a través de la vida trabajando en las tiendas, restaurantes, garajes, en servicios domésticos etc. Algunos son utilizados como vendedores de droga y otras actividades ilegales como tráfico de niños, prostitución, juegos de azar, etc. Es decir, se les niega el derecho a tener su crecimiento y desarrollo humano normal, y se les abandona a una vida desgraciada.
Exclusión política
Los Dalits están también excluidos de un poder político efectivo. Siendo socialmente intocables y económicamente pobres, son todavía en gran parte una multitud sin organización. La manipulación metódica de «divide y gobierna» de parte de las castas superiores ha resultado en el odio mutuo de los grupos de Dalits. La casta superior y los dirigentes políticos toman decisiones para los Dalits, gobiernan sobre ellos, los controlan y usan su ignorancia y estado no organizado para su propio provecho. Saben mantenerlos cuidadosamente divididos y desorganizados. Y los usan como meros bancos de votos.
Exclusión económica
La opresión de los Dalits se combina con su carencia de medios de producción. En las áreas rurales, donde se encuentra el 90% de todos los Dalits, es difícil ver alguno de ellos que posea un terreno. La inmensa mayoría son obreros a merced de los propietarios de tierras, y por tanto sin poder de negociar en términos de jornales y de otras condiciones. Otros están dedicados como pobremente pagados trabajadores en pedreas, etc. Los Dalits son los que trabajan duramente con su sudor y sangre y contribuyen decisivamente a la economía nacional. Y sin embargo no se les conceden las condiciones mínimas para cubrir las necesidades básicas de la vida.
Esta región es seca y subdesarrollada. Los trabajadores dependen de la lluvia monzónica. El analfabetismo debido a la pobreza es prevalente entre ellos. Más del 90% de todos los Dalits viven bajo la línea de la pobreza. Habitan en muy pequeñas chozas, una habitación con paredes de tierra y techumbre de hojas de cocotero. El fuego de la cocina se hace con leña. Tienen que caminar al próximo pozo para procurarse el agua. Su condición higiénica no es sana. Poco pueden atender a su salud.
Exclusión psicológica
Lo peor de todo es la experiencia de lo que se puede llamar exclusión psicológica. El rechazo que experimenta una mujer o un hombre Dalit se convierte en fuente de una esclavitud interior que persigue durante toda la vida. En el abanico de fuerzas tiránicas que amenazan día a día la psique de esta gente, se pueden señalar las siguientes:
La impureza impuesta, que produce segregación y auto-rechazo, el empobrecimiento causado por la alienación económica, y la impotencia creada por la denegación de un espacio para la autonomía.
Y así, con su herida histórica y psique golpeada, se ven forzados a luchar con sus penosas memorias de humillación, depresión, auto-conmiseración, revancha y modelos internalizados de una elevación por medio del rango social, a semejanza de las castas opresoras.
¿Te ha gustado el artículo? PUEDES COMPARTIRLO
COLABORA CON LOM
Todos nuestros católicos pertenecen al grado más bajo de la escala social india. Son los intocables, parias. Ellos, para expresar su categoría social se denominan a sí mismos Dalits, con intención social y política reivindicativa: rotos, marginados y oprimidos. A este sistema racista, devastador para nuestro pueblo, se le aplica por ello ahora la imagen de tsunami social. La mayoría de ellos son analfabetos.
El sufrimiento de los Dalits puede expresarse en términos de seis clases de exclusiones.
Exclusión social
El carácter básico e inhumano de su opresión consiste en su ser excluidos de la sociedad como intocables. Esta es una palabra que verdaderamente expresa la realidad, y que conecta con un concepto bipolar que marca la vida india: pureza e impureza. La vara de medir con la que se definen los seres humanos o sus grupos es el grado de su pureza. Los Dalits están fuera del ámbito de la pureza. Su esfera es impura, y esto se señala y comprueba concretamente, por ejemplo, por el hecho de que los Dalits son los que están obligados en las tradicionales sociedades rurales a tareas como la quema de los cadáveres de los animales, la de retirar los excrementos humanos, del acarreo de la leña para la cremación de los cuerpos muertos, y en las ciudades, el barrido de caminos y calles, la limpieza de los servicios higiénicos públicos etc. Las viviendas de los Dalits se mantienen a las afueras de la aldea. En las ciudades, se las confina en los barrios bajos.
La exclusión ritual
Estrechamente relacionada con la exclusión social está la exclusión ritual. Los Dalits no tienen parte en las celebraciones religiosas oficiales. Están apartados en su mundo de diosas y dioses, donde llevan a cabo sus rituales, pues no pueden acceder a los ritos presididos por el sacerdote brahmánico. No sólo no pueden participar en las celebraciones del templo de la aldea, sino que, lo que es peor, se les prohibía incluso entrar en el templo, por miedo a que puedan con su impureza manchar a los dioses.
Exclusión cultural
No tenían ningún derecho a la educación. Esta exclusión sistemática de la educación de los Dalits, generación tras generación, ha destruido su confianza en sí mismos, y les ha convertido en indefensos en un mundo controlado cada vez más por el conocimiento y la información. Es un pueblo sin tradición de alfabetización y de escuela.
Educación
La alfabetización en este pueblo es muy pobre, el grueso del 48% de la población que no sabe leer y escribir está constituido por los Dalits. Su presencia en la educación superior, que abre las puertas del poder en la sociedad, es muy marginal. La primera causa de esta carencia es la extrema pobreza del pueblo.
Los padres que luchan duramente para la supervivencia diaria no se preocupan de mandar a sus hijos a la escuela. Prefieren mandarlos a algún trabajo eventual, cada día, que aumente la escasa entrada familiar. Esto conduce no sólo al bajo nivel de alfabetización, sino también, en gran medida, a la extensión del trabajo infantil.
Perteneciendo ellos a las «castas registradas» (nombre de la Constitución india), y habiendo sido inmemorialmente maltratados, tienen una baja imagen de sí mismos. Los hijos, si no aprueban un curso, no son capaces de sobrellevarlo. Pueden cometer incluso suicidio, o abandonan la escuela. Por eso hay tantas bajas. Sólo podrán recuperarse por la concientización, con voluntad y sacrificio, y gracias a ayudas y oportunidades.
Trabajo infantil
Los niños con el fin de completar las entradas familiares se emplean, como sus padres, en trabajos del campo, y a falta de él, van a las ciudades cercanas, donde se colocan en teterías, hoteles, hornos de ladrillos, etc. Se encuentran fatalmente con una serie de carencias, como la falta de techo, de servicios sanitarios, de salud, de educación, etc., que los convierten en uno de los sectores más perjudicados de la sociedad.
La mayoría sufren malnutrición, hambre, problemas de salud, abuso y violencia de parte de las autoridades, abuso físico y sexual y, en general, abandono de sus familias y la sociedad. Luchan a través de la vida trabajando en las tiendas, restaurantes, garajes, en servicios domésticos etc. Algunos son utilizados como vendedores de droga y otras actividades ilegales como tráfico de niños, prostitución, juegos de azar, etc. Es decir, se les niega el derecho a tener su crecimiento y desarrollo humano normal, y se les abandona a una vida desgraciada.
Exclusión política
Los Dalits están también excluidos de un poder político efectivo. Siendo socialmente intocables y económicamente pobres, son todavía en gran parte una multitud sin organización. La manipulación metódica de «divide y gobierna» de parte de las castas superiores ha resultado en el odio mutuo de los grupos de Dalits. La casta superior y los dirigentes políticos toman decisiones para los Dalits, gobiernan sobre ellos, los controlan y usan su ignorancia y estado no organizado para su propio provecho. Saben mantenerlos cuidadosamente divididos y desorganizados. Y los usan como meros bancos de votos.
Exclusión económica
La opresión de los Dalits se combina con su carencia de medios de producción. En las áreas rurales, donde se encuentra el 90% de todos los Dalits, es difícil ver alguno de ellos que posea un terreno. La inmensa mayoría son obreros a merced de los propietarios de tierras, y por tanto sin poder de negociar en términos de jornales y de otras condiciones. Otros están dedicados como pobremente pagados trabajadores en pedreas, etc. Los Dalits son los que trabajan duramente con su sudor y sangre y contribuyen decisivamente a la economía nacional. Y sin embargo no se les conceden las condiciones mínimas para cubrir las necesidades básicas de la vida.
Esta región es seca y subdesarrollada. Los trabajadores dependen de la lluvia monzónica. El analfabetismo debido a la pobreza es prevalente entre ellos. Más del 90% de todos los Dalits viven bajo la línea de la pobreza. Habitan en muy pequeñas chozas, una habitación con paredes de tierra y techumbre de hojas de cocotero. El fuego de la cocina se hace con leña. Tienen que caminar al próximo pozo para procurarse el agua. Su condición higiénica no es sana. Poco pueden atender a su salud.
Exclusión psicológica
Lo peor de todo es la experiencia de lo que se puede llamar exclusión psicológica. El rechazo que experimenta una mujer o un hombre Dalit se convierte en fuente de una esclavitud interior que persigue durante toda la vida. En el abanico de fuerzas tiránicas que amenazan día a día la psique de esta gente, se pueden señalar las siguientes:
La impureza impuesta, que produce segregación y auto-rechazo, el empobrecimiento causado por la alienación económica, y la impotencia creada por la denegación de un espacio para la autonomía.
Y así, con su herida histórica y psique golpeada, se ven forzados a luchar con sus penosas memorias de humillación, depresión, auto-conmiseración, revancha y modelos internalizados de una elevación por medio del rango social, a semejanza de las castas opresoras.