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En las últimas semanas hemos conocido, con grande tristeza y preocupación, el comienzo de nuevos conflictos bélicos que ponen en peligro la estabilidad política y social de Oriente Próximo.
Otra escala de ataques entre distintos países, ha generado una grande preocupación en la comunidad internacional. Son ya varios conflictos abiertos que están generando, además de una gran destrucción e inestabilidad, en un clima de tensión permanente entre los países protagonistas.
Por una parte, observamos las tensiones entre los gobiernos y la labor diplomática de las instituciones internacionales. Por otra parte, el mundo, las personas «de la calle» claman, una vez más, por la paz. Sí, queremos vivir en paz y en armonía, respetándonos los unos a los otros y construyendo puentes de diálogo y de convivencia pacífica.
Las primeras víctimas de estos conflictos son los propios ciudadanos que ven atacadas y destruidas infraestructuras para sus supervivencias. No se justifica, de ninguna manera, que sean atacados hospitales y colegios con personas dentro, muchos niños y familias incluidos. Los responsables de estos actos deben de ser juzgados por las instituciones internacionales según las normas internacionales que, parece, son difíciles de aplicar para algunos.
Otras víctimas, ya lejanas, son los ciudadanos de otros países que ven, con preocupación, cómo los precios de productos elementales y necesarios suben creciendo cada vez más, ya que estos conflictos generan bloqueos y una inestabilidad económica seria.
Es difícil alzar la voz al mundo, pero no podemos callarnos ante un ambiente tan hostil que se está generando en el mundo. Los esfuerzos diplomáticos tienen que seguir haciendo su labor, que en ocasiones son de medio y largo plazo; las autoridades religiosas tienen que seguir alzando la voz en los ámbitos propios invitando a sus fieles a que construyan y vivan una paz y una armonía duradera. Ningún esfuerzo por la paz, aun siendo pequeño, debe desaparecer. Es más, debemos de impulsar, entre todos, más iniciativas a favor de la paz. Los ciudadanos tenemos el deber moral de mostrar a las instituciones públicas e internacionales nuestra preocupación por la situación que vive el mundo y nuestro compromiso personal y comunitario para ser instrumentos de paz.
Que la Virgen del Carmen, cuya solemnidad celebraremos próximamente, nos ayude en esta tarea. María, Madre de la Paz, toca el corazón de las autoridades internacionales para que nuestro mundo, nuestros países, sean espacios de convivencia pacífica.