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Una de las grandes preocupaciones que tenemos todos es la pandemia mundial que sigue azotando con fuerza algunos países dejando cifras muy elevados de fallecimientos y personas ingresadas en los centros hospitalarios. Nos preocupan las vidas de las personas que tenemos junto a nosotros con los que compartimos la vida. Durante este tiempo nos hemos dado cuenta que necesitamos, realmente, de personas con las que compartir los sentimientos, personas que nos ayuden en nuestras oscuridades y sufrimientos, personas que nos curen de estas y otras enfermedades. Somos una gran comunidad de hombres y mujeres tienen en sus corazones los deseos de vida y de amor. Dios bendice esta comunión y nos regala continuamente su presencia que se concreta en muchos gestos que, tal vez, nos pasen desapercibidos pero que llevan el sello de Dios.
Miramos a nuestro alrededor, pero sin olvidarnos nunca de aquellos hermanos nuestros que viven esta pandemia con recursos sanitarios y económicos muy pobres, sin tener la posibilidad de atender y de cuidar a sus seres queridos porque no tienen los suficientes medios para atender a todas las personas. Nos llegan testimonios durísimos de este tipo de situaciones que, si no cambian las cosas, empeorarán aún más.
En otras ocasiones ya hemos hablado y denunciado sobre esta problemática, de que muchos países ricos se están olvidando de que en el mundo también hay otros muchos países que son pobres, sobre todo en el continente africano, que necesitan urgentemente de una ayuda sanitaria y económica. Los países ricos tienen los suficientes medios económicos para reforzar los sistemas sanitarios en los países llamados en vías de desarrollo. Hacen falta gestos concretos y urgentes.
Son muchos los países que han adquirido millones de vacunas para sus respectivos ciudadanos. Algunos, los que más recursos tienen, han adquirido incluso muchas mas vacunas de los que necesitan en estos momentos. Lo pueden hacer porque tienen suficientes recursos económicos para hacerlo ¿pero habrán pensado estos gobernantes destinar parte de esas adquisiciones para los países del tercer mundo? Aunque esta pregunta pueda parecer ilusa no perdemos la esperanza de que, en algunos casos, pueda resultar que sea así.
La Santa Sede, por medio de la Academia Pontificia para la Vida, ha publicado recientemente en una nota en la que se invita a superar el «nacionalismo vacunal» invitando a los gobiernos y los organismos supranacionales que eviten una carrera por la vacuna, promuevan una sinergia entre los Estados para la distribución de la dosis y que no dejen fuera de esta distribución a los países pobres. Existe una preocupación del Papa Francisco sobre este tema concreto y en varias ocasiones ha hecho un llamamiento mundial para que los mas frágiles sean los primeros en recibir estas vacunas. Como suele hacer en la mayoría de los casos, él mismo ha comenzado a ofrecer gratuitamente la vacuna a un grupo «sin techo» que viven en los alrededores del Vaticano. Las peticiones comienzan dando ejemplo. Él lo ha hecho en representación de la Iglesia, ¿seguirán los mismos pasos otros Estados?