La Obra Máxima
Tumaco (Colombia)

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Una historia para recordar

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Tumaco ha sido, por antonomasia una tierra de misión, un rincón del mundo donde el Evangelio se ha sembrado con un amor sigiloso cargado de perseverancia y muchas veces de frustración. Aquí, la fe no llegó con estruendo, sino con los pasos de hombres y mujeres que, guiados por el Espíritu, ofrecieron su vida para ser luminarias en medio de la selva, junto al mar y en el corazón de los más pobres.
Zimbabwe

La huella de tantos misioneros(as) permanece viva en las obras que han dejado: escuelas, capillas, hospitales, comunidades… Pero, sobre todo, permanece en las personas tocadas por su presencia fiel.

Son obras que no buscan reconocimiento ni aplauso; obras nacidas de la oración, de la entrega cotidiana, del amor que se ofrece sin hacer ruido.

Al investigar sobre el milagro Eucarístico de 1906, comencé a adentrarme en la historia sagrada de esta región. Poco a poco, el Señor me fue conduciendo por los caminos de la memoria misionera del Pacífico, y así descubrí la inmensa riqueza espiritual de los Agustinos Recoletos, verdaderos sembradores del Reino en esta tierra fecunda.

Este recorrido me permitió también contemplar el entrelazado providente de varias órdenes religiosas que, como ríos que desembocan en el mismo océano pacífico, han regado con generosidad el alma de estas comunidades. Y en medio de este entramado, brilla con especial fuerza san Ezequiel Moreno, el santo obispo de Pasto, quien llegó a Colombia con la misión de renovar la Orden de Agustinos Recoletos de la Candelaria.

Nombrado obispo en 1896, sirvió a su pueblo hasta 1906 con una entrega total, marcada por el sufrimiento y la oración. Su vida fue una ofrenda eucarística, un altar viviente donde el amor de Cristo se hizo cercano y tangible para muchos.  Hoy, al volver la mirada, comprendemos que esta historia no es solo una narración del pasado, sino un canto a la fidelidad de Dios, que sigue obrando maravillas a través de instrumentos sencillos, de aquellos que, como Teresita, aman en lo oculto y dan su vida gota a gota, hasta la última.

Monseñor Ezequiel Moreno intentó incorporar sacerdotes de comunidades religiosas que habían sido expulsadas del Ecuador por el régimen liberal. Los dominicos manifestaron interés en el proyecto, pero solo un fraile logró llegar; entre 1897 y 1899 prestó servicio pastoral en las parroquias de Tumaco y Guapi.

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A partir de 1899 y hasta 1954, la evangelización del territorio estuvo a cargo de los Agustinos Recoletos, quienes dejaron una impronta donde el orden, el estado y fe eran su bandera. Posteriormente, desde 1954 hasta 1991, se dio paso a la era del Carmelo Descalzo, que asumió con generosidad y entrega la continuidad de la misión en estas tierras del Pacífico colombiano.

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Un recuerdo muy especial cuando hablamos de Tumaco la tenemos que dirigir a los religiosos de la provincia de San Joaquín de Navarra que, durante muchos años, trabajaron incansablemente en la evangelización así como en la puesta en marcha de muchos proyectos sociales.

Según el historiador Óscar Almario García, la época carmelitana se caracterizó por un giro significativo en la manera de relacionarse con las comunidades locales: el reconocimiento del otro y de sus prácticas, es decir, el reconocimiento de una otredad cristiana. En este sentido, los misioneros carmelitas descalzos fueron pioneros, al menos desde el plano discursivo, en introducir una comprensión propiamente moderna del otro en esta región del Pacífico colombiano, vislumbraron sus costumbres y desde ahí fueron tejiendo redes de solidaridad que se vieron reflejadas en la cotidianidad.

Lo dejaron todo por esta misión, sin esperar recompensa alguna, solo la mirada amorosa de ese Dios que ya ha soltado las amarras del primero, y que sigue obrando en la entrega del segundo. Uno de ellos, el padre Jairo Arturo Ochoa ocd , dejó un lema que todavía hoy resuena en las riberas de los ríos: «Vuelvan al campo, que en el campo está la vida». El otro, el padre Leonel Naranjo ocd, lleva 33 años de incansable labor misionera en este territorio, hoy, aunque cansado y con una visión a medias, sigue luchando por hacer el bien a los demás.

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Óscar Almario García falleció el 30 de agosto de 2021. Acompañó como párroco a las comunidades de la Espriella, del Charco, Tumaco, Barbacoas y fue director de la Emisora Radio Mira.

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Zimbabwe

La huella de tantos misioneros(as) permanece viva en las obras que han dejado: escuelas, capillas, hospitales, comunidades… Pero, sobre todo, permanece en las personas tocadas por su presencia fiel.

Son obras que no buscan reconocimiento ni aplauso; obras nacidas de la oración, de la entrega cotidiana, del amor que se ofrece sin hacer ruido.

Al investigar sobre el milagro Eucarístico de 1906, comencé a adentrarme en la historia sagrada de esta región. Poco a poco, el Señor me fue conduciendo por los caminos de la memoria misionera del Pacífico, y así descubrí la inmensa riqueza espiritual de los Agustinos Recoletos, verdaderos sembradores del Reino en esta tierra fecunda.

Este recorrido me permitió también contemplar el entrelazado providente de varias órdenes religiosas que, como ríos que desembocan en el mismo océano pacífico, han regado con generosidad el alma de estas comunidades. Y en medio de este entramado, brilla con especial fuerza san Ezequiel Moreno, el santo obispo de Pasto, quien llegó a Colombia con la misión de renovar la Orden de Agustinos Recoletos de la Candelaria.

Nombrado obispo en 1896, sirvió a su pueblo hasta 1906 con una entrega total, marcada por el sufrimiento y la oración. Su vida fue una ofrenda eucarística, un altar viviente donde el amor de Cristo se hizo cercano y tangible para muchos.  Hoy, al volver la mirada, comprendemos que esta historia no es solo una narración del pasado, sino un canto a la fidelidad de Dios, que sigue obrando maravillas a través de instrumentos sencillos, de aquellos que, como Teresita, aman en lo oculto y dan su vida gota a gota, hasta la última.

Monseñor Ezequiel Moreno intentó incorporar sacerdotes de comunidades religiosas que habían sido expulsadas del Ecuador por el régimen liberal. Los dominicos manifestaron interés en el proyecto, pero solo un fraile logró llegar; entre 1897 y 1899 prestó servicio pastoral en las parroquias de Tumaco y Guapi.

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A partir de 1899 y hasta 1954, la evangelización del territorio estuvo a cargo de los Agustinos Recoletos, quienes dejaron una impronta donde el orden, el estado y fe eran su bandera. Posteriormente, desde 1954 hasta 1991, se dio paso a la era del Carmelo Descalzo, que asumió con generosidad y entrega la continuidad de la misión en estas tierras del Pacífico colombiano.

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Según el historiador Óscar Almario García, la época carmelitana se caracterizó por un giro significativo en la manera de relacionarse con las comunidades locales: el reconocimiento del otro y de sus prácticas, es decir, el reconocimiento de una otredad cristiana. En este sentido, los misioneros carmelitas descalzos fueron pioneros, al menos desde el plano discursivo, en introducir una comprensión propiamente moderna del otro en esta región del Pacífico colombiano, vislumbraron sus costumbres y desde ahí fueron tejiendo redes de solidaridad que se vieron reflejadas en la cotidianidad.

Lo dejaron todo por esta misión, sin esperar recompensa alguna, solo la mirada amorosa de ese Dios que ya ha soltado las amarras del primero, y que sigue obrando en la entrega del segundo. Uno de ellos, el padre Jairo Arturo Ochoa ocd , dejó un lema que todavía hoy resuena en las riberas de los ríos: «Vuelvan al campo, que en el campo está la vida». El otro, el padre Leonel Naranjo ocd, lleva 33 años de incansable labor misionera en este territorio, hoy, aunque cansado y con una visión a medias, sigue luchando por hacer el bien a los demás.

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Óscar Almario García falleció el 30 de agosto de 2021. Acompañó como párroco a las comunidades de la Espriella, del Charco, Tumaco, Barbacoas y fue director de la Emisora Radio Mira.

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